Después de huir de la grave crisis de su país, miles de familias venezolanas se han visto obligadas a empezar nuevamente de cero, tras perder lo poco que tenían en las inundaciones que han devastado la región sur de Brasil.
En un polideportivo transformado en albergue en São Leopoldo, uno de los municipios del estado de Rio Grande do Sul más castigados por la tragedia climática, cuatro familias venezolanas esperan a que el agua vuelva a su cauce para reiniciar sus vidas (otra vez).
Jesús Ernesto Guatarasma, tiene 28 años y dos niños a su cargo: Daianny, de 5, y Josué, de 10. Llegaron a Brasil hace seis meses. Vino por trabajo porque en Venezuela asegura que “las cosas están muy complicadas: no hay trabajo y la comida está muy cara”.
Ahora comparte desayuno, almuerzo y cena con otra treintena de familias víctimas también del desastre. Con el rostro cansado, confiesa que está traumatizado.
Recuerda que las autoridades pasaron por su barrio alertando de que se acercaba un fuerte temporal y recomendando evacuar, pero que ellos no tenían adónde ir.
“Nos quedamos en nuestra casa a esperar el río”, relata a EFE.
Estuvieron dos días atrapados hasta que fueron rescatados. Antes, invadieron con lo puesto una vivienda vecina más elevada porque el río no paraba de subir.
Guatarasma ya da por perdida su casa. Era de madera. Después de escapar de la miseria en su país y sobrevivir a las inundaciones, ahora piensa en irse con su familia a la ciudad de Curitiba, a 750 kilómetros de distancia.
“Aquí es muy difícil, uno quedó como traumado. Uno sale a la calle, ve a la gente corriendo y piensa que el agua viene”, expresa.
Casi 30.000 venezolanos bajo protección humanitaria
Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 29.000 venezolanos están bajo protección humanitaria en Rio Grande do Sul, el estado más afectado por las inundaciones, que dejan hasta ahora 156 muertos, 94 desaparecidos y más de medio millón de desplazados.
Acnur está intentando entrar en contacto con ellos, además de con los 12.000 haitianos y 2.000 cubanos que se encuentran en la misma situación.
Dayana del Valle dejó “todo” en Venezuela y empezó a construir un futuro mejor en Brasil hace seis años. Primero en el estado de Roraima, fronterizo con el país caribeño, y desde hace año y medio en el otro extremo de Brasil, en el próspero Rio Grande do Sul.
En São Leopoldo trabajaba en un supermercado y su marido, como barbero. Ya es la segunda vez que un evento climático extremo les golpea. El año pasado, otro fuerte temporal inundó su casa “hasta la rodilla”.
Esta vez fue peor. “Ahora quedó totalmente tapada, totalmente. No se pudo salvar nada”, describe.
“Un aviso” de la naturaleza
Dice que no será fácil “tener que comenzar de cero” de nuevo, pero se resigna: “Es algo de la naturaleza”.
David Arrioja piensa en cambio que el planeta nos está dando “un aviso”. Como sus compatriotas, este joven abandonó Venezuela por tierra. Llegó a Pacaraima, en Roraima, donde el Ejército brasileño le ayudó a regularizar su situación.
A partir de ahí inició un periplo agotador por la geografía brasileña: Boa Vista, Manaos, Campinas, São Paulo y, finalmente, São Leopoldo, donde consiguió un trabajo “muy rápido”.
Su barrio es uno de los que quedó totalmente sumergido. Vivía en un segundo piso.
“No le deseo esto a nadie, de verdad. Quizás nosotros, que venimos de un país en crisis, podemos aguantar un poquito, ¿sabes? Ser un poquito resistentes, pero las personas que no están acostumbradas…”, apunta.
La única salida -afirma- es “apoyarse mutuamente”, como hacen en el polideportivo de São Leopoldo, desde donde lanza un mensaje a los dirigentes políticos: “No esperar a una catástrofe o a los tiempos electorales” para “escuchar a los ciudadanos”.
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