Entre lápidas rotas, ecos de abandono y un ambiente tétrico, el olvido pareciera haber encontrado su morada. Ubicado en la avenida Las Delicias, en Maracaibo, el cementerio El Cuadrado alberga una atmósfera de desolación y el peso de la caída de un legado histórico. Bajo su tierra no solo descansan los restos mortales de adinerados, pobres o extranjeros, sino también los restos de 25 ilustres próceres de la región.
Con 146 años de fundación, este camposanto se posiciona como uno de los más antiguos del Zulia. Al adentrarse en sus 10.200 parcelas, es imposible no notar que la profanación de tumbas se ha convertido en una inescrupulosa normalidad. Al caminar, entre el silencio solo se oye el crujido de las hojas al pisarlas. Montes sin cortar bloquean el paso hacia algunas áreas y los árboles se han convertido en la única compañía permanente de las sepulturas.
Al observar las lápidas, resulta complicado leer los nombres de los difuntos o sus fechas de nacimiento y muerte, borradas con el paso de los años. Sin embargo, algunas de ellas datan de la década de 1870. En su mayoría, de personas que, tras varias generaciones, podrían haber quedado en el olvido.
En este lugar, solo una que otra tumba se ve mantenida y reposan flores frescas, pero la mayoría permanecen en el tiempo sin dolientes, cubiertas con arena y maleza, olvidadas como las bancas vacías que rodean a algunas de ellas. A esto se le suman algunas figuras religiosas rotas.
José Antonio Ferrer, ecónomo del camposanto de 4.000 metros cuadrados, es uno de los principales testigos de este deterioro. En conversación con el Diario La Verdad confesó que el lugar no cuenta con una limpieza completa desde hace 25 años.
“Corpozulia está limpiando solo porque van a llevarse al prócer Humberto Fernández Morán, pero si no fuera por eso, esto seguiría igual”, indicó.
Nombres como Jesús Enrique Lossada, Joaquín Piña, Ismael Urdaneta, Francisco Ochoa, Jesús María Portillo, la familia Jugo, José Ramón Yépez, Manuel Dagnino y José Urquinaona, y muchos otros del ayer que, habiendo dado tanto a Zulia, reposan en el más agrio de los olvidos.
Libros de historia regional reseñan que dentro de los límites del cementerio, existió el carnero de 60 metros de profundidad, con un emparrillado donde se sepultaban los restos de las personas que no tenían familiares o que eran víctimas de las pestes del momento.
También existía el columbario u osario, conocidos como nichos o tumbas aéreas, donde para ganar espacio se colocaban las urnas funerarias.
Patrimonio y centro de fechorías
La falta de mantenimiento no es el único mal que azota a El Cuadrado, cuyo nombre se atribuye a su forma de cuadrilátero perfecto, declarado Patrimonio Regional por el gobernador Manuel Rosales en 2007. Los delincuentes, brujos y babalaos también intentan hacer de las suyas en este histórico cementerio.
El ecónomo del camposanto declaró que, además de las profanaciones a las tumbas, a diario quienes practican brujería lanzan al frente gallos muertos clavados con alfileres, con cintas rojas o negras y berenjenas. Además, han encontrado a jóvenes que tienen relaciones sexuales durante la noche.
Incluso, aseveró que han avistado “brujos” y maleantes hurgando las sepulturas en búsqueda de estatuillas o prendas de valor.
“Como esto era un cementerio de los burgueses, enterraban a la gente con oro, anillos y eso, porque no valía absolutamente nada. Entonces esa gente, rompe los osarios y busca a ver si consigue un punto de oro. Ese es el fin de la profanación”, explicó.
Sobre el apoyo de las autoridades, Ferrer comentó: “Aquí no hay ningún tipo de vigilancia ni nada. La misma vigilancia aquí son los sepultureros, pero estamos solos”.
Un contraste entre historia y olvido muestra que, en el mundo de los vivos, honrar la memoria de quienes ya partieron no siempre ocupa un lugar prioritario. Al salir del cementerio hay una realidad contraria.
Los vehículos van y vienen sin cesar, en los autobuses suenan canciones de vallenato o salsas antiguas y las personas caminan de un lado a otro, inmersas en su rutina, lo que revela que, a pesar de todo, la vida sigue.
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