A primera vista, la entrada del cementerio Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en la avenida La Limpia, en el oeste de Maracaibo, se ven muestras de cuidado y limpieza. Sin embargo, años de desidia no dan tregua entre los intentos de mantener este camposanto en buen estado.
Solo es cuestión de adentrarse en sus profundidades para darse cuenta de las condiciones en las que por años ha estado sometido. Al caminar unos cuantos metros, se descubre un panorama desolador: viejas tumbas enjauladas cubiertas de maleza y en completo abandono, algunas incluso con huesos humanos al descubierto.
Con 44 hectáreas, este cementerio se posiciona como el más grande de la ciudad, pero su inmensidad, en lugar de estar a su favor, pareciera jugarle en contra. Las personas que allí trabajan no dan abasto para darle el mantenimiento que necesita este icónico lugar.
El Sagrado Corazón de Jesús, con sus numerosas carreteras internas, recibe visitantes que buscan documentos o visitan las tumbas de sus seres queridos. Sin embargo, muchas de estas sepulturas han sido abandonadas e incluso olvidadas.
“Eso no depende de la municipalidad, depende de los familiares. La mayoría de los familiares se han ido, los abandonan”, explicó Mitchell Betancourt, coordinador del camposanto, al Diario La Verdad.
Sobre las condiciones, indicó que la Alcaldía de Maracaibo hace trabajos constantes de limpieza, pero se necesita una cantidad de obreros que sobrepasa a la disponible. “Lo que pasa es que es tan grande que no se da abasto, pero siempre ha habido obreros”.
En efecto, el tamaño del camposanto implica un desafío constante para mantenerlo en condiciones óptimas, en especial cuando sus huellas de abandono y olvido aún se ven marcadas.
Entre los personajes icónicos enterrados en este cementerio, destaca Alí Primera y el gaitero Astolfo Romero. “Aquí me dijeron que había una monjita beatificada también, pero no sé cómo se llama”, mencionó Betancourt.
Desde que la nueva dirección asumió el cargo hace mes y medio, encabezada por Jennifer Ávila, el coordinador detalló que se ha implementado un plan de limpieza que abarca tanto la parte izquierda como la derecha del cementerio. “Estamos tratando de fumigar el área para evitar que salga tanto moho. La idea es que limpiemos y que dure”, asegura el coordinador quien lleva un mes en el cargo.
En cuanto a la seguridad, Betancourt asevera que las profanaciones y la delincuencia disminuyeron este año. Sin embargo, contó que, en ocasiones, hay personas que lanzan monedas y “muñecos negros”, presuntamente por brujería.
“Esto estaba prácticamente en el suelo, las oficinas, las áreas, todo estaba en desidia. Ahora contamos con una oficina digna, donde el usuario se siente tranquilo”, añadió Betancourt.
Aunque este camposanto muestra signos de mejora, sus adentros se ven inmersos entre la maleza, el descuido y el olvido de quienes no priorizan el lugar donde reposan los restos de los difuntos.
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