Conocí
Debo reconocer que tratar este tema del "jineterismo" me cuesta un mundo. No se trata de prejuicios religiosos, éticos o de índole socio-patológico; se trata simplemente, que abordarlo es involucrar a toda una sociedad en un conjunto irregular de participación en el contexto político, económico, socio-cultural, de quienes detentan el poder. Se denomina "jineterismo" a quienes ejercen la prostitución; es decir, participan en actividades sexuales o hacer el sexo a cambio de dinero o bienes. Conocí de este término a principio de la década de los años 80, cuando asistí a Cuba a un congreso estudiantil latinoamericano en filosofía política, y nos encontrábamos con una cantidad importante de mujeres de cualquier edad, desandando por El Vedado, La Habana Vieja y las Playas del Este, ofreciendo sus servicios sexuales; bajo el peligro de terminar presa por asedio al turismo.
Las historias de las jineteras cubanas contienen un rosario de penurias humanas y familiares, sueños rotos, obsesión por emigrar o de prostituirse exclusivamente para atraer a un extranjero de bolsillo generoso que las saque de ese martirio que comparten todos los cubanos. Para desgracia de todos los venezolanos, el "jineterismo" está agarrando un auge bestial en nuestra sociedad. El desmadre económico y axiológico que le hizo el comandante eternamente enterrado y cuya obra ha continuado el engendro heredero; tiene un estadio indubitable en el crecimiento exponencial de esta práctica.
Unas de las razones verticales que me llevó a escribir estas líneas, es que en estos días me encontraba en una estación de gasolina y se me acerca una niña de 13 o 14 años a la ventanilla del auto y sin ningún escrúpulo me ofrece hacer sexo, ella o su mamá que se encontraba a pocos metros, y me habló, ante mi sorpresa e incredulidad, de las tarifas que cobran por el servicio prestado. Les juro, que tal hecho ha causado en mí un desespero inconmensurable, una decepción infinita que afecta mi espíritu en ver, cómo esta situación en la cual estamos subsumidos, ha arropado los principales vestigios de una sociedad, cómo es la familia y el amor por sus miembros.
Esta aberración axiológica que el régimen ha alimentado por sus estrategias políticas, hay que darle, por amor de Dios, un parao. Es inconcebible, en un país como el nuestro, fundamentado en toda su historia, por los valores y las buenas costumbres tome ese camino. La respuesta, ahora más que nunca, es sacar a patadas al régimen y a los cubanos del poder; el revocatorio es, en estos momentos, la vía más expedita; luchemos por ello, no dejemos el futuro de nuestros hijos y nietos en manos de estos desvergonzados.