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Plantear el término catacumba en el discurso político-proselitista, confirma una idea siniestra, esto se evidencia, por ejemplo, en el discurso de Nicolás Maduro. Es la analogía y similitud del régimen izquierdista. De otro modo, cínicamente, a lo Maquiavelo, “El fin justifica los medios”.
Las catacumbas, eran las galerías donde se refugiaban los cristianos de la persecución de los pretorianos romanos obedeciendo órdenes de sus gobernantes paganos los “césares” o “imperatores”. Se constituían en veredas subterráneas donde adosaban criptas a las paredes para colocar a sus caídos en las persecuciones. En las mismas, se celebraban cultos religiosos evocando a Jesús de Nazaret y a la Santísima Trinidad para rendir alabanzas a Dios.
Este concepto ha sido asociado con un edificio que data de 1906, construido en el Monte Piedad, en el 23 de enero en Caracas. Fue en este lugar, donde, se refugió Hugo Chávez contra el ataque de las Fuerzas Armadas Venezolanas durante su intentona de golpe en 1992, los sectores oficialistas presumen que fue usado como cuartel general de las fuerzas militares dirigidas por Chávez contra el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez. No obstante, allí mismo pronunció su discurso de rendición.
Entonces, emulando a sus mentores extranjeros, Maduro, trata de hacer un elogio -que tanto le gustaba al difunto- post mortis al insurgente subversivo capturado dizque como “mártir” para hacer una comparación con la actividad cristiana, catalogándola como revolucionaria. Caso que ha venido sucediendo al tildar -blasfemia- a Jesús, revolucionario como Chávez. Pero, ¡No! No es así, ni fue así. La evidencia estriba en “mi reino no es de este mundo”, frase clave para determinar la eminencia de Jesús, devenida de su pensamiento, al cual considerando su magnitud debe definirse divino; por otro lado nunca aceptó las pretensiones del Sanedrín, y menos de los Fariseos -que sí eran revolucionarios a la par de sus homólogos saduceos- para integrarse, los primeros a su sacerdocio y los segundos a sus rebeliones contra los mandatarios romanos, los cuales tenían al pueblo judío bajo su yugo.
En conclusión, la exhortación a que: “debemos luchar desde las catacumbas”, es parte de un discurso falaz, para seguir enajenando al pueblo y revelarlo contra la oposición. Esto es sencillamente perverso, siniestro, o sea, izquierdista.