El pueblo se juega en la calle sus convicciones

El pueblo sale sin ornamentos para la defensa. Con el alma descubierta en aplomos. Con la bandera tricolor ondeando en sus convencimientos anteriormente perdidos

Venezuela sufre de un desvanecimiento repentino que ha durado casi dos décadas. Pero todo desafuero tiene sus límites. Lo deplorable de tanta contrariedad y abusos con la ley deformada en las manos de quienes la rigen, provocó que se desbocaran las emociones. 

Venezuela se juega la gloria de sus antepasados verdaderos. El pueblo sale sin ornamentos para la defensa. Con el alma descubierta en aplomos. Con la bandera tricolor ondeando en sus convencimientos anteriormente perdidos. Defendiendo su convicción e intolerancia por los abusos del mandamás. La democracia está enferma de gravedad desde hace mucho. Ya esos analgésicos desventurados, provenientes de esa isla sin entrañas, causan efecto alguno a sus estragos propinados.

Ver repatriados a nuestros genios nacientes por esta dictadura insostenible es la peor de las bofetadas. Con todo rigor la gente sigue su marcha y pese a que el régimen continúa otorgando sus inhabilitaciones hacia sus opositores, sus bochornosos cuerpos policías mancillando al pueblo y grupúsculos armados sembrando contrasentidos, estos trajines tienen una fisionomía que parece partir del alma y estar empujados con un brío de transformación definitiva.   

Hay una tormenta informativa acallada en los medios tradicionales. Solo el Twitter parece desentrañar los hechos inquietantes engendrados en las diferentes ciudades, principalmente en Caracas. No se escapan los mensajes retorcidos y abominables por texto, WhatsApp y otras aplicaciones telefónicas, trastocados por el servicio confidencial del G-2 cubano, que nos entrega el plato público de la confusión, en sus misivas falsas con desalientos e inexactitudes. 

Estamos cansados del sabor ingrato de la carencia en la mesa diaria. Del escamoteo de todo y la salva de mentiras. De la burla explícita servida en bandeja, por esos discursos sin sustento lógico. Por esa televisión silenciosa y deshabitada de los altercados actuales de la calle. Ya todo sobrepasó la frontera de lo inaudito.

No sé si Semana Santa sea la tabla de salvación del gobierno para apaciguar los ánimos revueltos reclamando rectitud o los puntos suspensivos de la valentía o simplemente el ambiente propicio para continuar la lucha. Solo veo algo nítido destinado a darle un zarpazo a la comodidad de los malhechores. Llegó el momento en que está en nuestras manos, el alcanzar que Venezuela sea otra; una para levantarla del pantano y compartir sus virtudes sin importar de qué punto cardinal del pensamiento provengas.  

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