Más de 10 millones de personas visitan cada año esta ciudad del oeste nipón, una cifra que se triplicó durante los últimos cuatro años en el caso del turismo foráneo. Hoy se conmemoran 72 años de la detonación de la bomba nuclear que borró del mapa a la ciudad japonesa
Siete décadas después de la bomba nuclear que la borró del mapa, Hiroshima logró reinventarse a sí misma y colocarse entre los lugares más visitados del cada vez más turístico Japón.
La mayor parte de los visitantes observan en silencio la Cúpula de la Bomba Atómica, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y símbolo del sufrimiento al que tuvo que hacer frente Hiroshima, que hoy conmemora el 72 aniversario del ataque.
Junto a la cúpula se sitúa, como cada día desde hace 11 años, Kosei Mito, guía voluntario y superviviente más joven de la bomba atómica, que sufrió cuando estaba aún en el útero materno.
“Es mi obligación estar aquí (…). Todo el mundo debería conocer lo que pasó realmente. Es muy importante que los supervivientes hablen sobre su experiencia”, explica a EFE el que fuera profesor de un instituto de secundaria.
Durante esta última década, el hibakusha (nombre mediante el cual son conocidos los supervivientes de la bomba) compartió su historia con 66 mil personas procedentes de más 170 países, por lo que tiene materiales informativos en siete idiomas diferentes.
Más de 10 millones de personas visitan cada año esta ciudad del oeste nipón, una cifra que se triplicó durante los últimos cuatro años en el caso del turismo foráneo.
Hiroshima, junto con Tokio y la monumental Kioto, forma parte de la ruta clásica de los turistas occidentales en Japón, atraídos en el caso de esta ciudad casi en exclusiva por el llamado Parque de la Paz, que acoge los restos de la Cúpula de la Bomba y un impresionante museo sobre el impacto del ataque.
Destino floreciente
“Hay una gran necesidad de atraer a visitantes, incluyendo a turistas. Esta es una oportunidad de oro para informarles de la necesidad de la paz mundial”, declara Kazumi Matsui, alcalde de la localidad, de unos 1,2 millones de habitantes.
El Museo Memorial de la Paz de Hiroshima recoge testimonios de los supervivientes de esta tragedia, así como ropas y otros objetos pertenecientes a los fallecidos, en un intento por enseñar a los visitantes la realidad que dejó tras de sí la bomba.
Entre todas las piezas del museo, las miradas se fijan dos grullas de papel, unas piezas de papiroflexia con un enorme simbolismo por la paz popularizadas por Sadako Sasaki, una víctima de la bomba atómica que falleció a los 12 años a causa de la leucemia. En particular, estas dos grullas fueron donadas al museo en mayo del pasado año por el entonces presidente estadounidense Barack Obama, el primero en su cargo en visitar Hiroshima.