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Cada miércoles el Grupo de la Mesa de la Misericordia y voluntarios de la pastoral de la iglesia Padre Claret realizan la Cantina de la Misericordia, una actividad encargada de servir alimentos y atender distintas necesidades de los habitantes en situación de calle de la parroquia y a los fieles de lugares aledaños que suelen acercarse al templo.
A medida de que crecieron las necesidades, también creció el voluntariado y las donaciones recibidas, lo que permitió que hoy se cuenten con las instalaciones necesarias para atender a cerca de 650 casos que reciben cada semana desde antes de las 7.00 de la mañana hasta las 2.30 de la tarde.
La cara de la necesidad
“Al principio repartimos 100 tiques y llegaron 150 personas, o sea, ellos les decían a otros. La semana siguiente llegaron 300, luego 400, después 500, 700… hasta 850 personas atendimos acá”, expresó María Alejandra Fernández, conocida como “Mañaña”, quien es una de las principales encargadas y fundadoras del movimiento. Indicó que en ocasiones reciben más personas de las esperadas y por ello las complicaciones no faltan, pero actualmente ya manejan una cifra promedios y los problemas se solventan con más facilidad.
La paciencia y la dedicación es lo que menos falta, pues el compromiso con quienes dependen de estos movimientos puede más que cualquier contratiempo. “Obviamente había gente que salía y volvía a hacer la cola para volver a comer y eso no es otra cosa que hambre atrasada”, añadió Fernández. Explicó que dentro del voluntariado se organiza el menú servido cada semana y a partir de los alimentos que ya tengan, deciden qué plato servir el siguiente miércoles.
Recuerda que la idea nació en marzo con el fin de dar de comer. Parte de una obra de misericordia y de la inquietud de tender las manos a quienes lo requieran.
No solo es hambre
Aunque el fin de la Cantina de la Misericordia partió de responder a la necesidad de alimentos, poco a poco se le unieron otras maneras de ayudar. Además de servirles comida, se les da a las personas atención médica básica con entrega de medicamentos, atención de casos de heridas abiertas, ulceraciones, sarna, escabiosis e incluso se ofrecen servicios de peluquería, gracias a la colaboración de un conocido centro de belleza de la ciudad.
Desde hace poco se reciben donaciones de ropa e insumos necesarios para el cuidado de bebés y niños. Los niveles de necesidad que presencian son preocupantes. Nuevos proyectos surgieron desde que muchas de las actividades en el Claret se llevan a cabo y en la actualidad el equipo de voluntarios dentro de la pastoral trabaja “arduamente” para avanzar en ellos hasta alcanzarlos.
Muchos de los casos que se atienden semanalmente pertenecen a personas de la tercera edad, quienes no cuentan con el apoyo de sus familiares directos y, por ende, quedan prácticamente desamparados. Se planea iniciar reuniones semanales en las que los ancianos puedan conversar y en donde se hagan actividades de recreación especiales para ellos.
Pequeñas grandezas
En este tipo de movimientos, pese a que actúan un pequeño grupo de personas, en comparación a la totalidad de Maracaibo, se logran metas que no pueden explicarse fuera de los significantes del agradecimiento. “Ellos nos alientan a nosotros a ser cada día más agradecidos con Dios. Que te digan que estás haciendo por ellos algo que no había hecho nadie es alimentarte. De eso se trata: el tacto”, afirmó Nilya García, voluntaria del área de cocina.
Muchas acciones de las que se presencian en situaciones como esta no pueden describirse con la exactitud de las palabras, pero al ver los rostros de quienes dan desinteresadamente y reciben con gratitud inmedible se sabe que cuando hay plena disposición de ayudar se logran “bendiciones”. Como en los casos de los niños a quienes se les devuelve la sonrisa con la atención que se les brinda y así hacen honor a la cita de un pequeño aviso que adorna una de las puertas de la iglesia Claret: “Los niños son como las estrellas: nunca hay demasiados”. Madre Teresa de Calcuta.