Todo
Podemos contemplar la vida como una larga carrera por poseer: tenemos casas, carros, cultura… hasta nos reservamos un lugar en el cementerio. Hablamos de “mi dentista”, “mi profesor”, “mi peluquero”. Es como si esos títulos de propiedad nos hicieran más fuertes, más importantes, incluso más felices. Por el contrario, si nos preocupamos por desarrollar nuestras capacidades (solidaridad, respeto al otro, valoración de uno mismo y de los demás, la creencia en el otro, etc.) entonces somos gente rara, que no sintoniza con la cultura del siglo XXI.
Más tarde, Fromm llegaría a la conclusión, de que todo “tener” implica un “ser” y todo “ser” necesita un “tener” para existir. No podemos vivir sin unos mínimos recursos: comida, vestido, hábitat. Es lo que podemos llamar propiedad para uso. Esta propiedad sí favorece el “ser” y posibilita un desarrollo y crecimiento psicológico del individuo, sin poner falsos cimientos, ni apoyarse en tierras movedizas como cuando lo que se pretende es tener más y más.
Se trata de favorecer la autoestima y la valoración que tienen los niños de sí mismos, a partir de sus propias capacidades del niño (honradez, solidaridad, generosidad, etc.) y no en lo que poseen o por sus resultados (las buenas notas). Así ayudaremos a que dé valor a lo que verdaderamente lo tiene: el “ser”. Hay que primar el “ser”, sobre el “tener”, para que de adultos puedan disfrutar de forma correcta de su “tener”. De esta forma habrán conseguido unir los del término de la disyuntiva: ser-teniendo.
El niño debe encontrar un clima donde se permita sentir y expresar hasta las emociones más perversas. Un buen lema sería: se permite sentir y expresarlo con la palabra. Por ejemplo, las vivencias agresivas no se pueden llevar a la práctica, pero sí se pueden expresar y contar.
También debe aprender que no es el ombligo del mundo. Las necesidades de los otros, y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyectos. Ser adulto es tener en cuenta al otro y sus necesidades. La posición de “tener” está centrada en uno mismo. Gira en torno a las propias necesidades: primero yo, después yo y yo. Se trata entonces de vencer este narcisismo patológico que lleva al consumismo.
Los instintos más negativos deben transformarse a través del arte, el deporte o la cultura. La felicidad es sinónimo de equilibrio con uno mismo y con el entorno. La felicidad se construye en el intento de armonizar las necesidades del propio yo con el universo. La felicidad es aceptar lo mucho o poco que somos o tenemos y sincronizarlo con las exigencias propias y externas.