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Brechas de género destapan al machismo venezolano (I)

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Hoy 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer y se recuerda que no solo el maltrato físico es violencia. A la fuerza o sutilmente, se imponen las desigualdades entre hombres y mujeres. Ellas trabajan más, pero ganan y comen menos. En la industria petrolera, universidades, medios de comunicación y ONG, las damas son relegadas

Carmen es ingeniera, tiene un par de postgrados, un doctorado y es bilingüe. Desde hace 20 años vive junto a su familia y trabaja en Valencia, región central de Venezuela. En la lista para ocupar la vacante que existe en los altos cargos de la empresa donde lleva laborando 14 años, su nombre no aparece.

Marcos, su compañero recién llegado con menos estudios y experiencia, es el favorito. Lo tildan de ser “un diamante en bruto”, pilas, agresivo y negociador, “cualidades” que, por estereotipos, aseguran no tienen las mujeres.

La ausencia de equidad en todos los sectores y clases sociales, hace que la “tara machista” se imponga, tanto en hombres como en mujeres, y sean estas últimas las que carguen con el peso y responsabilidad de los niños, ancianos, esposo, la casa, el trabajo y las compras, desgastando energías físicas y capacidades intelectuales.

Los reiterados llamados de organismo multilaterales, ONG y demás grupos que abogan por las féminas, pasan por alto en las direcciones de los organismos públicos en Venezuela. Un análisis de quienes ostentaban altos cargos en los ministerios durante 2011, 2013 y 2015 develo que en sectores claves, que están en decadencia, los hombres ocuparon el poder.

Las brechas de género en el sector público persisten y aumentan paulatinamente en la actualidad. Los hombres amasan el poder y 78 por ciento de las gobernaciones están en sus manos. Encabezan el 88 por ciento de las vicepresidencias, viceministerios y ministerios, además del Poder Legislativo, Judicial, Ciudadano y Electoral, donde ocupan la oficina en 54 por cientos de los altos cargos existentes.

Paraíso machista

De acuerdo a las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2017 49,90 por ciento de la población venezolana es femenina, paridad que no se traduce al momento de tomar las decisiones y realizar las labores. En Venezuela, además del sector público, las empresas, universidades, ONG y medios de comunicación, confían su dirección a los hombres, en detrimento de las mujeres.

Apenas siete por ciento de las empresas tienen una junta directiva con más de tres mujeres miembros, según una publicación de La Razón en 2015, que cita el trabajo “Mujeres Gerentes en la Venezuela de Hoy” elaborado por el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA). Los medios no son la excepción y según la Asociación Civil Medianalisis, el contexto interno de trabajo se caracteriza por un predominio de jefaturas masculinas y la equidad de género continúa planteándose como un reto en el campo de la toma de decisiones.

Sobre la identificación del sexo de la jefatura inmediata, su investigación arrojó que 58,1 eran hombres, frente al 41,9 por ciento de mujeres. Según el informe Nacional del Proyecto de monitoreo Global de Medios coordinado en 2015 por la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana, 98 por ciento de las presentadoras en televisión tenían entre 19 y 34 años, lo que “evidencia que los medios de comunicación siguen favoreciendo un estereotipo de mujer joven”.

Un sistema que relega

Las disparidades traspasan las fronteras de Venezuela y sus tentáculos abarcan todo el planeta. En 2016, según el Foro Económico Mundial, la brecha de género en América Latina y el Caribe fue de 30 por ciento, posicionándose la región por encima de la media del Índice Global y casi a la par con Europa del Este y Asia Central. De los 25 países medidos, 17 mejoraron en comparación con el año pasado, entre ellos Nicaragua, Bolivia y Ecuador, y ocho retrocedieron. Ese año, seis naciones cerraron totalmente la brecha de género en salud, educación y supervivencia.

La participación laboral, económica, política e igualdad de oportunidades para las mujeres es tarea pendiente en la región. Venezuela, registro una disminución en la representación femenina en el parlamento. En 2013 en América Latina y el Caribe la tasa de desempleo femenina fue mayor que la masculina y recibieron ingresos menores “en todos los segmentos ocupacionales” de acuerdo al informe Trabajo Decente e igualdad de género elaborado por CEPAL, FAO, ONUMujeres y la Organización Internacional el Trabajo (OIT). Otra publicación de la Oficina Regional de la OIT destacó que la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral fue 22 por ciento inferior a la masculina.

Trabajar en condiciones de informalidad, habitualmente implica bajas remuneraciones y condiciones laborales precarias. La discriminación de género, atenta contra los principios y derechos fundamentales de trabajo, humanos y la justicia social. Debilita el crecimiento económico y el óptimo funcionamiento de las empresas y mercados de trabajo.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), alerto a principios de año que la tasa de participación laboral femenina en la región se estancó en 53 por ciento y los sesgos de género persisten. Se mantienen el desempleo y 78,1 por ciento de las mujeres ocupadas, lo hacen en sectores de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones, baja cobertura de la seguridad social, menor contacto con las tecnologías y la innovación.

“Las desigualdades tienen su base en un sistema social que reproduce estereotipos y conserva una división sexual del trabajo que limita la inserción laboral de las mujeres”, aseguró Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL. Estos factores, representan un obstáculo para la superación de la pobreza y la desigualdad en la región, así como para la consecución de la autonomía económica de las mujeres, agregó.

Pasando necesidad

Para la CEPAL, urge reconocer y redistribuir el tiempo de trabajo no remunerado, de manera que la responsabilidad del cuidado de los niños y niñas, personas dependientes y adultos mayores no recaiga exclusivamente sobre las mujeres. Un estudio develo que, en 2014, las mujeres en América Latina ganaban el 83,9 por ciento de lo que percibían los hombres, pese a que tenían mayores niveles educativos. Dedican hasta un tercio de su tiempo al trabajo doméstico no remunerado y más horas a los cuidados, lo que limita su autonomía económica.

Estefanía Mendoza, activista y miembro de Mulier, explica que las mujeres crecen y se desarrollan en un sistema estructurado de forma desigual que, en la mayoría de los casos, impide desarrollar su personalidad y decidir (Barreras invisibles). “Las desigualdades afectan las relaciones personales y limitan al uso del espacio público. Le damos preminencia a la figura de la madre, pero no significa que ella tome las decisiones o tenga el poder. Tenemos que activarnos y cambiar el sistema. El feminismo no es moda, las sociedades donde las mujeres tienen oportunidades de educación y empleo avanzan, ellas las multiplican y el dinero que reciben llega a las familias y comunidades. Apalancan el desarrollo”.

La activista recalca que es el momento de asumir responsabilidades individuales, sensibilizarse y reconocer cuáles son las conductas machistas internalizadas. “El problema no son las capacidades de las mujeres, sino las condiciones en las que hacen el trabajo. Nos exigen lo mismo que a los hombres, pero antes de la jornada laboral preparamos el desayuno o almuerzo, alistamos a los niños, los llevamos al colegio y nos piden tener una buena imagen y llegar fresca. Es muy difícil competir porque tenemos más responsabilidades y los estereotipos generan una consecuencia negativa en los ingresos que nos ofrecen”.

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