La renovación de la vida

En medio del nuevo oscurantismo, mantuvimos encendido el faro de la esperanza. Generamos conocimiento y lo transferimos a la sociedad. Sin embargo, somos conscientes que las ausencias y su costo crean la imperiosa necesidad de trascender el actual modelo académico-administrativo

La absurda situación que vive el país, consecuencia de la imposición de un sistema político-económico que de entrada estaba destinado al fracaso, no es más que la factura que nos pasa la economía por la forma alegre como permitimos por acción u omisión los desmanes contra la administración pública. Un modelo que si bien no tiene una definición conceptual, desechó los valores que identifican al venezolano e inteligentemente los tergiversó para minar desde el interior mismo, al tejido social. Si nos atenemos a la parábola con la cual Jesús de Nazaret finaliza el “Sermón de la montaña” diremos que construimos la casa sobre la arena y no la roca, por lo cual el curso indetenible de la economía, convertido en riada, se la llevó consigo.

La realidad del país requiere del compromiso de los actores sociales y factores políticos, sin sectarismo ni egoísmos, para que cada uno con su trabajo coadyuve al renacimiento de las fuerzas productivas y rescatemos los valores que el desenfreno político-hegemónico lanzó al abismo. Superemos los odios, lamentos y frustraciones y concentrémonos en fortalecernos como personas para erigir “la casa grande” sobre rocas. 

Esa reconstrucción exige más que de voluntarismo, del conocimiento que se genere en las universidades y otros centros de investigación, y el aprovechamiento al máximo de las habilidades de profesionales, técnicos y obreros especializados. El concurso de transnacionales que transfieran tecnologías novedosas y el aporte de todos los que emigraron, interesados en apostar al futuro.

Este ha sido el trabajo que a lo largo de 2017 realizó la Universidad del Zulia. En medio del nuevo oscurantismo, mantuvimos encendido el faro de la esperanza. Generamos conocimiento y lo transferimos a la sociedad. Sin embargo, somos conscientes que las ausencias y su costo crean la imperiosa necesidad de trascender el actual modelo académico-administrativo. Repensar la universidad para, enfrentados a una bifurcación del camino, aceptar el desafío que supone la amenaza a su sobrevivencia. Tenemos que mirar al mundo con otros ojos, incluso el nuestro propio.

Este lunes 25 de diciembre, conmemoramos el nacimiento del hombre que 33 años antes del “Sermón de la montaña” hizo renacer la esperanza en los corazones de la humanidad. Llenémonos de fe para hacer realidad el canto “Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, y en el hombre buena voluntad”. ¡Feliz Navidad!

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