Agotamiento y oportunidad

 

Lo que sí está claro es que los casos de sociedades exitosas que construyeron el cambio en torno a una persona son muy limitados, por no decir nulos. El gran reto para Venezuela es terminar de dar el salto hacia la despersonalización de la política

El fin de año es siempre una época propicia para hacer balances tanto a nivel personal como social. En el caso de Venezuela ha sido un año 2017 sin duda complejo, caracterizado por una alta conflictividad política y una crisis económica sin precedente. Estos dos factores han traído como consecuencia inmediata la destrucción del país desde el punto de vista de su infraestructura, sus instituciones, y en general de todos los mecanismos necesarios para que una sociedad funcione, además de una destrucción moral como último reducto de la civilidad.

Aunado a ello no cabe duda que el modelo económico que dominó al país por muchos años, y que se exacerbó durante el último período, también se agotó. Así pues, Venezuela se encuentra en una etapa de cierre, lo cierto es que ese cierre llegó en forma de colapso, lo que no se sabe es cuándo ni cómo vendrá la reconstrucción.

La situación actual se mantiene, y continuará haciéndolo, mientras la fuerza esté del lado de aquellos a los que les conviene que la situación actual se prolongue. Como consecuencia, cualquier opción de cambiar la realidad actual debe buscarse en aquellos actores personales e institucionales que visualicen que un cambio les beneficiaría

Uno de los principales errores de análisis es pensar que dentro del Gobierno a todos los actores les conviene mantener la situación actual, o que por otro lado a todos a quienes se ubican en la llamada oposición les conviene un cambio. 

La tarea de articular a tantas personas e intereses no es fácil, requiere entre otras cosas construir una visión compartida de hacia dónde se quiere ir, la cual en algunos casos adquiere la forma de una idea y en otras ocasiones se concentra en un liderazgo. La Revolución Francesa es un ejemplo de la primera, la Independencia de Venezuela, y de otros tantos países, es quizás un buen ejemplo también de una idea como motor del cambio social, aunque en estos casos con cierto grado de personalismos, lo que la asemejaría más al caso de ciertos liderazgos como impulsores del cambio.

En el otro extremo lo que sí está claro es que los casos de sociedades exitosas que construyeron el cambio en torno a una persona son muy limitados, por no decir nulos. El gran reto para Venezuela es terminar de dar el salto hacia la despersonalización de la política, lo que implica construir una verdadera visión de progreso del país en torno a la cual todos los actores, sin importar sus preferencias ideológicas, se comprometan. Para que esto tenga éxito la clave es acordar los mecanismos de control mutuos para no sucumbir a los intereses personales. 

 

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