El premio nobel, Amarthya Sen, señala que democracia no es solo ir a votar y elegir unos representantes, sino que es, sobre todo, discusión pública, vale decir, deliberación y participación de todos. Giovanni Sartori, eminente profesor en varias universidades de Estados Unidos y Europa, acota: “Ciertamente, la democracia no es solo votar y elegir… Es obvio que las elecciones son una condición necesaria, pero no suficiente de democracia. Entre otras cosas, un partido dictatorial o teocrático que gana unas elecciones no instaura una democracia, sino que se sirve de ella para destruirla”
El talante democrático de un gobierno se evidencia al llamar periódicamente a elecciones limpias, imparciales y transparentes con árbitros fiables a toda prueba para relevar a las autoridades cada cuatro, cinco, o seis años. Pero, ¿acaso hacerlo es suficiente demostración de democracia?
Veamos sobre el particular la opinión de algunos especialistas: El premio nobel, Amarthya Sen, señala que democracia no es solo ir a votar y elegir unos representantes, sino que es, sobre todo, discusión pública, vale decir, deliberación y participación de todos.
Giovanni Sartori, eminente profesor en varias universidades de Estados Unidos y Europa, acota: “Ciertamente, la democracia no es solo votar y elegir… Es obvio que las elecciones son una condición necesaria, pero no suficiente de democracia. Entre otras cosas, un partido dictatorial o teocrático que gana unas elecciones no instaura una democracia, sino que se sirve de ella para destruirla”.
¿Qué viene a ser entonces lo opuesto a democracia, su contrario? Violentar sistemáticamente la Constitución nacional, de sobremanera, lo relativo a los derechos sociales, políticos, económicos y culturales de los pueblos; la falta de alternabilidad en el ejercicio del poder; la falta de independencia y autonomía entre los tres poderes principales, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y hoy en día más que nunca la violación sistemática de los derechos humanos.
Violentar las libertades individuales de la gente -una de las más valiosas conquistas de los últimos dos siglos-, así como trampear los resultados de las elecciones, burlándose de la voluntad popular; la corrupción desmedida y la impunidad: triquiñuelas y legalismos; asfixiante e interminable programación de cuñas propagandísticas por los distintos medios de comunicación social; judicializar la política, encarcelar disidentes y estudiantes que protesten, entre tantas otras arbitrariedades, se opone radicalmente a lo que es democrático.
Quien así obre, saturando a la opinión pública con interminables campañas propagandísticas para hacer creer que se vive en el paraíso terrenal, no es otra cosa que simulación de democracia, una manipulación en nombre de la utopía.