Para ellos dos décadas no son nada, quisieran 20 y 20 años más para seguir destruyendo a Venezuela. Pasamos a ser la nación con la mayor inflación del orbe, nuestra moneda ha sido devaluada tantas veces que ya es difícil llevar la cuenta
“La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte. Los timoratos prefieren vivir al abrigo del despotismo a aventurarse por el proceloso mar de la libertad”. Thomas Jefferson
Hoy mi artículo se remite a una de las canciones del gran Carlos Gardel, porque diera la impresión que para la gente del Gobierno “socialista” esta frase es encantadora. Para ellos dos décadas no son nada, quisieran 20 y 20 años más para seguir destruyendo a Venezuela en pro de sus intereses personales y su hambre de poder.
Cuando vemos que un Gobierno, con los ingresos más altos de la historia por concepto de renta petrolera, inmensas riquezas en el subsuelo, un potencial turístico inagotable, las tierras más fértiles del continente y la gente más afable del mundo; tiene a su pueblo sumido en la miseria y viviendo en calamidad, son pocas las explicaciones que se pueden dar.
En 20 años pasamos a ser la nación con la mayor inflación del orbe, nuestra moneda ha sido devaluada tantas veces que ya es difícil llevar la cuenta, somos uno de los países más violentos del mundo, presentamos la caída más abrupta del PIB de la región, tenemos el servicio eléctrico más deficiente del continente y una de las peores conexiones a internet en Latinoamérica, amén de que estamos sin comida, ni medicamentos, atravesando una crisis humanitaria sin precedentes en nuestra historia.
Son cinco lustros de promesas vacías, de guerras económicas e imperiales solo creadas por unas mentes perversas, cuyo único motivo de desvelo ante su manifiesta incapacidad es la de encontrar a quien culpar de este inmenso desastre en que convirtieron a Venezuela.
Somos testigos de cómo se trafica con el hambre y la necesidad de la gente para conseguir el favor electoral y de cómo se discrimina y se persigue a quienes se rehúsan a ser víctimas de ese chantaje tan burdo. Quienes opinan y piensan diferente y se oponen de viva voz a esta catástrofe son víctimas de la violencia callejera o simplemente convertidos en “presos políticos”.
Quizás para estos señores “20 años no son nada”, pero para un pueblo que sufre, pasa hambre, ve morir a sus hijos sin poder darles cristiana sepultura y es testigo de familias separadas por el éxodo, es un interminable y criminal período de tiempo. Cuando la voz del pueblo se eleva, ni el rugir ensordecedor de los cañones logra acallarla.