Corremos nuevos riesgos, sabemos que lo que combina mejor con la ignorancia es el error, con el que se explica la violencia, para mantener el poder. El mal no es nuestro, es producto de una decisión política
Como percibir la verdad, en medio del dolor, encontrar la bondad, cuando mueres de hambre… o descubrir la belleza si estas encerrado… en la tumba del helicoide. Pareciera que la paz, la alegría, la esperanza emigraron de Venezuela; en este país sin comida, sin medicinas, sin trabajo, sin derechos ni libertad… el venezolano se esfuerza por vivir… por conservar la fe.
Sumergidos en un mar de mentiras, sufrimos, convivimos con el mal. Nos roza cuando muere un niño por desnutrición; lo sientes en carne viva, cuando recorres abastos, farmacias o gasolineras y regresas con las manos vacías. El mal lo vemos en los cuerpos desnutridos, en las lágrimas de las madres, en las aulas vacías. En las siluetas lánguidas de un venezolano que cruza la frontera, un niño de cada mano y un morral en la espalda.
Todo estaba calculado, debía funcionar como en Cuba. Una población pendiente de sobrevivir, le falta tiempo para luchar por su libertad.
Para dominar nuestro espíritu rebelde, banalizaron el mal. Corrupción, indecencia, violencia, lo necesario para que todos comprendieran, que no existían límites para hacer daño.
El régimen sigue creyendo en la teoría del pan y circo… nos menosprecian y confían, en que el terror termine por aplastar el espíritu libertario. Corremos nuevos riesgos, sabemos que lo que combina mejor con la ignorancia es el error, con el que se explica la violencia, para mantener el poder.
El mal no es nuestro, es producto de una decisión política, fraguada en el Foro de Sao Paolo y monitoreada por los Castro. Se extendió en el país, porque llegó al poder y se apoderó de las instituciones. Desde allí se hizo sentir y pagamos las consecuencias. De Chávez hacia abajo se seleccionó lo peor de Venezuela. Dispuestos a arrasar con todo y a defender a sangre y fuego, el proyecto que le robó todo al venezolano.
El Gobierno volvió la violencia algo trivial. Poco importa que estemos en manos de la delincuencia y los colectivos. Tampoco es importante, que los hospitales carezcan de recursos, médicos y tratamientos; ni que miles de compatriotas huyan despavoridos de su tierra, a causa de la miseria. Que la inflación destruya la economía del país y que ocho mil industrias, hayan cerrado.
La vida de los hombres tiene un principio y un fin. Maduro no se arrepentirá de nada, porque cumplió exactamente las instrucciones para lo que fue puesto… pero sentirá el desprecio, como un muerto entre los vivos. Vegetará el resto de su existencia, con el sentimiento real de haber vivido para nada.