Salgamos de la sala de espera

Sigamos en la gran sala de espera, parece ser la consigna. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. La gente no está dispuesta a esperar más. Roguemos y supliquemos hasta que venga a nosotros el espíritu de la sabiduría 

“Una es la entrada en la vida para todos y una misma la salida. Por eso pedí y se me concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de la sabiduría”. Shakespeare.

Los venezolanos llevamos mucho tiempo en esa gran sala de espera en que se ha convertido el país; Leonardo Padrón hizo alusión a esa situación de inacción total en la que todos pareciéramos esperar un gran acontecimiento, preguntándonos unos a otros y haciéndonos conjeturas sobre la proximidad del hecho y el desenlace que nos mantiene en una tensa calma. La gran sala de espera se confunde entre la de un teatro y la de una clínica. 

No sabemos si lo que esperamos es una gran obra artística, o el nacimiento de algo grande o la muerte de alguien muy querido. Los tiempos de Dios son perfectos apuntan otros, sobre todo para aquellos que procuran acudir a él después de pecar lo suficiente y sucumbir a todas las tentaciones. 

Dios es grandiosamente piadoso, ¿pero por qué no se apiada de nosotros?, nos interrogamos en lugar de auto-interpelarnos. Sigamos en la gran sala de espera, parece ser la consigna. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Mientras tanto, el disfrute del poder, la erótica del poder, se manifiesta deslumbrante y soberbia, entre los que están y los aspirantes, viejos y jóvenes, ricos y pobres, resentidos o no; el país puede esperar, no se conoce uno que se haya suicidado.

¿Continuamos en la gran sala de espera? Roguemos y supliquemos hasta que venga a nosotros el espíritu de la sabiduría. En un lugar donde no haya hombres, esfuérzate por ser hombre, dice una famosa frase de Hillel: el temor al señor es la sabiduría, huir del mal, la inteligencia, dice el libro de Job.

No se malinterprete, huir del mal que se ha entronizado en el país no quiere decir que huyamos del país. Hay que combatir el mal, con prudencia, inteligencia y sabiduría. Debemos salir de esa gran sala de espera. El país nos convoca a todos los venezolanos de buena voluntad, con coraje y disposición. 

Tenemos lo fundamental: recursos, capacidad y conocimiento para edificarlo nuevamente, lo han demostrado los que han logrado salir de esa sala. Se agota la paciencia; la gente no está dispuesta a esperar más. Invoquemos a Dios, evoquemos a nuestros gloriosos antepasados, pero, por sobre todo, convoquémonos en unidad a un presente luminoso que permita construir un nuevo país.

 

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