El estigma del Socialismo, -que no es un sistema político-, ha sido desde el principio de su acepción o advenimiento, el manejo del terror, como praxis persuasiva en función proselitista donde la bandera ha sido reivindicar al desposeído o la parte proletaria de más bajos recursos
Se debe saber que el zángano con aguijón (Platón) de Karl Marx, aguijoneó la paz ciudadana (Nietzsche), y transformó como especie de una enajenación, la política y la visión económica del proceso productivo mundial (A. U. Pietri) con sus planteamientos en el manifiesto comunista (1847-1848). La exhortación a una dictadura del proletariado (despotismo) escanció la idea de tiranía –suspendida desde la fracasada comuna de París- de los líderes “dizque” socialistas del siglo XIX, para convertirse mediante la consigna de la repartición equitativa del fruto del trabajo por medio de riquezas lo cual era su bandera populista, para así hacerse, usurpar y eliminar los poderes elementales de la política democrática, y con ello manejar y mantener el poder en una sola mano.
El estigma del Socialismo, -que no es un sistema político-, ha sido desde el principio de su acepción o advenimiento, el manejo del terror, como praxis persuasiva en función proselitista donde la bandera ha sido reivindicar al desposeído o la parte proletaria de más bajos recursos, incluyendo la indigencia y parte de las poblaciones de bajo estrato social -descartando la discriminación- para constituir un argumento político-altruista y no filantrópico, que avale deseos políticos entre ellos, aparte de altruismo financista el poder gubernamental.
Su sesgo histórico contempla episodios violentos caracterizados por sujetos alienantes, donde el argumento principal ha sido además de la distribución asimétrica de las riquezas, la explotación del trabajador y la mala diversificación del trabajo. Sin embargo, este sesgo violento en vez de ayudar al objeto de su pragmatismo, ha ocasionado en gran medida, revoluciones de carácter anárquico, donde se ha reflejado la constante histórica de la ley del más fuerte, y no respecto al poder sino del abuso de la fuerza y con ello su violencia sistemática, como por ejemplo el terrorismo de Estado.
Irónicamente, este terrorismo de Estado según Marx, debía haber desaparecido con el advenimiento del socialismo, y se ha empoderado más hasta el punto de haber establecido en el siglo XX-XXI tiranías, dictaduras y gobiernos autoritarios, en nombre del despotismo, o poder del soberano, apoyados en descarados populismos con el manejo de la ignorancia del populacho, según Hannah Arendt en “orígenes del totalitarismo”.