La ambigüedad es el corolario de la improvisación de los izquierdistas, pues aun cuando el genio de Bolívar haya sido tergiversado, su creencia en lo divino y la “providencia” de Dios son totalmente vigente y acusada en la historia
Es absurdo, que un icono de la religión sea promovido como adepto a un movimiento que de origen es violento como las revoluciones; es el caso de las afirmaciones de los comunistas, quienes han tenido la astucia de afirmar que Jesús de Nazaret era revolucionario. Si le consideramos dentro de la ortodoxia inquisitiva diríamos que es una blasfemia y respecto a los patrones morales una calumnia.
Tal sofisma propagandístico queda invalidado por ser mentira al escudriñar el Sagrado Testamento, donde se explica la negación de Jesús ante las pretensiones de fariseos y saduceos de enrolarle en sus filas como líder. Máxime que plagiando máximas, Marx espetó que la religión es el opio de los pueblos.
El acoso político al espíritu de las religiones, ha tenido en su haber mucha historia que contar, no obstante el pensamiento humano caracterizado por el amor al saber (filosofía) ha intentado encausar ambos sistemas de movimiento de masas por el camino de la comunión respecto al orden y la paz que es el factor que impera en el proceso social y la construcción de su economía y con ella su ecología.
La ambigüedad es el corolario de la improvisación de los izquierdistas, pues aun cuando el genio de Bolívar haya sido tergiversado, su creencia en lo divino y la “providencia” de Dios son totalmente vigente y acusada en la historia. Sin embargo, Marx, quien tildaba al capitalismo como transformador del individuo en herramienta de alquiler o mercancía tuvo el tupé de acusar al libertador -en el siglo XIX- como pequeño burgués y no de ateo, después en el siglo XX “El arañero de Sabaneta” le llamó marxista.
En este patrón de ideas tenemos, aunque parezca irónico todo lo contrario entre el creador del capitalismo teórico y el padre del neoliberalismo económico o -según los perversos- diabólico, Adam Smith nunca promovió a la Iglesia en sus postulados -era un agnóstico práctico- Empero rezó por la correlación de la economía monetaria y el poder o gobierno. Mientras, el genio del liberalismo económico, Maynard Keynes prefería desembarazar tanto al Gobierno como a la religión sin soslayarle de todo proceso productivo, a la vez promovía “irónicamente”, la ayuda social.