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El panorama global está caracterizado por adversidades en el plano económico, político y cultural lo cual ha generado alteraciones en la cotidianidad de los individuos. Este es el principal factor para que en los últimos años el término resiliencia se estudie desde una perspectiva psicológica, precisamente porque corresponde a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas de manera positiva y sana.
Es importante destacar que la resiliencia no es coherente con la apatía o la resignación, sino que más bien desarrolla el potencial de cada individuo para superar dificultades, valiéndose de procesos cognitivos, afectivos, relacionales y conductuales.
Cuando releemos las páginas de la historia u observamos algunos hechos ocurridos en años recientes, nos damos cuenta de la capacidad de algunos personajes para superar esos períodos de limitaciones o traumas, entre ellos, Ludwig van Beethoven, uno de los músicos más influyentes, recordado por ser víctima de una sordera progresiva que surgió precisamente en la cúspide de su carrera. Los conocedores de la música clásica afirman que a medida que avanzaba su sordera, crecía la genialidad de sus composiciones. El físico Stephen Hawking, destacado profesor, pionero en los estudios de astrofísica de las partículas, no se vio limitado por el trastorno degenerativo neuromuscular que le fue diagnosticado cuando era joven. No podemos dejar de mencionar a Maickel Melamed, quien a pesar de ser víctima de un retraso motor se ha convertido en un motivador de fama internacional.
En la cotidianidad, podemos observar casos menos conocidos, protagonizados por los emprendedores que deciden apostar por su país contra todo pronóstico, así como aquellos que han tratado de innovar productos y servicios atendiendo a las necesidades actuales, por mencionar algunos ejemplos.
Venezuela, nos demanda desarrollar esa capacidad de potenciar virtudes y buscar salidas porque como afirmó Churchill, “la cometa se eleva más alto en contra del viento, no a su favor”, de allí la gran paradoja de la resiliencia.