No
No puedo disimular ni mucho menos desconocer la realidad que estamos padeciendo como sociedad. Hace algunos días un clérigo amigo me preguntó cómo me sentía y si todo estaba en orden, al responder no dudé en afirmar que todo marchaba excelente, este amigo sorprendido por mi respuesta quedó mirando mi rostro y yo seguía asentando con mi cabeza que todo estaba muy bien. Obviamente mi respuesta no se correspondió con la realidad o por lo menos con toda la realidad, pero el optimismo es, como todos sabemos, la antítesis del pesimismo. Sugiere que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y fundamenta el pensamiento positivo y esperanzado frente a los nubarrones de apatía y tristeza que promueve el pensamiento pesimista.
Desde ese punto de vista, y teniendo en cuenta la temporalidad y fragilidad de nuestra existencia como individuos, el optimismo es el que nos atrae, nos impulsa a actuar. Es el que nos lleva a aprender, a descubrir, a intentar y a fracasar. La realización de un deseo provoca placer y la insatisfacción, displacer. Pero de esto no se puede deducir que el placer sea la satisfacción de un deseo, y el displacer la insatisfacción.
No es que los problemas que me tocan lidiar en lo cotidiano no me fatiguen y me debiliten hasta el punto de pensar dejar de hacer lo que hago para ir corriendo a imitar lo que muchos hacen. No, pues claro que eso me ocurre, solo que volteo hacia atrás y observo cuanto camino me ha tocado recorrer y cuan lejos estoy del punto de partida y que tan cerca estoy de la meta y pienso en que bajar el ritmo de mi trayectoria o simplemente cambiar el camino para empezar de cero no representa una opción lógica. Ciertamente ese camino tiene obstáculos, y cada día aparecen más y más, pero pienso que en la carrera de la vida que me tocó transitar llega el que más resiste y no el que más velocidad desarrolle.
En mi clase de Fundamentos de Derecho Público de hace unos pocos días atrás comenté la diferencia que existe entre un grupo social y una nación, y le miré los rostros gratamente a cada alumno cuando platicamos acerca de la venezolanidad como el sentimiento que nos une a los que nacimos en esta tierra y que forja nuestra manera de ser. Pensé que posiblemente estará sentado en mi aula de clases un Steve Jobs, un Salvador Allende, un Rafael Urdaneta, un Fernández-Morán o un Hugo Chávez; no lo sé, lo que sí puedo asegurar es que si hay un denominador común entre estos personajes este ha de ser el optimismo, todos ellos con distintos roles, éxitos y fracasos murieron trabajando para sus sueños. Si decides ser optimista y al final tu optimismo resulta injustificado, al menos habrás vivido con buen humor y cierta felicidad inducida por la esperanza. Si decides ser pesimista y al final tu pesimismo resulta injustificado, es posible que tu vida haya sido una gran pérdida de tiempo.