Sin política ni autoridad

 Una cosa es tomar el poder, otra saber administrarlo y persuadir al pueblo de la necesidad de defender las virtudes del trabajo honesto, de poseer el orgullo de obtener dinero bien habido

Quien adquiere el poder para gobernar, mediante elecciones libres y democráticas, tiene las ventajas que da la autoridad natural y legítima para conducir buenamente al país. Pero si por el contrario, la despilfarra bajo el peso de la deshonestidad y la malversación, finalmente no solo pierde su legitimidad durante su desempeño; pues de manera deplorable su presencia en el Gobierno se convierte en acto ominoso y de afrenta contra el pueblo. Una cosa es tomar el poder, otra saber administrarlo y persuadir al pueblo de la necesidad de defender las virtudes del trabajo honesto, de poseer el orgullo de obtener dinero bien habido y sostener la dignidad de actuar dentro del imperativo del bien supremo. 

Esta tarea, solamente, la podrá realizar la autoridad de un administrador de gobierno virtuoso, tal como nos lo refiere Aristóteles, y que bien cita e interpreta Luis Antonio Cruz Soto, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su artículo de investigación: El concepto de autoridad en el pensamiento de Aristóteles y su relación con el concepto de autoridad en el comportamiento administrativo: “Por eso, siempre que alguien que sea superior en virtud y en capacidad para realizar las mejores acciones, a ese es noble seguirle y justo obedecerle. Pero debe poseer no sólo virtud, sino capacidad que le haga apto para la acción”. (Aristóteles, Política. 2000b: 1325b). La autoridad de un gobernante edificante, ejerce el poder sin excluir ni segregar y desarrolla en paz el progreso de los ciudadanos; pero el que difama, persigue, exila, apresa, hace desaparecer al adversario, sume a los pueblos a la terrible limitación  de la escasez y la inflación,  no es político. Es hostil. Busca dispersión, división y guerra. 

Aristóteles en Moral a Nicómaco, nos indica: “Un primer punto, que puede tenerse por evidente, es que el bien se deriva de la ciencia soberana, de la ciencia más fundamental de todas; y esta es precisamente la ciencia política.” ¿Quiénes, en nuestro país, pueden dar mayores resultados para alcanzar el bien y la felicidad? La respuesta, cierta, está en los hombres éticos, eficaces, eficientes, bien formados y con experiencia en la política. Esto indica que en Venezuela, el problema, está centrado en quienes gobiernan y no en la política, como muchos pretenden convencernos. De tal manera, la “revolución” chavista-madurista, huérfana de autoridad y en contradicción con la política, cada día hace más pobre al pueblo venezolano. Para conseguirlo, de manera perversa, sistemática y sostenida, destruye a la empresa privada, apresa, inhabilita a los líderes e interviene a los partidos políticos de la oposición, anula el diálogo y a las más viables soluciones políticas que eviten la conflagración. Por ello puede decirse que además de torturar a los presos políticos, tortura al pueblo con limitaciones, represión, inflación, escasez, desempleo y hambre.  Esto es, demuele a la convivencia social de la nación e ignora, que todos los venezolanos sin distinción, quieren transitar el camino de la prosperidad, del bien, de la libertad y de la felicidad. 

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