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La comedia y las travesuras, en medio de la gloria que los cubrió en la Serie Mundial del año 2000, no culminaron en Williamsport para la Pequeña Liga Sierra Maestra. Los lanzadores Rubén Mavárez, Marcel Prado y el mánager Eduvino Quevedo continuaron la jocosa aventura en Las Vegas. Hoy, 15 años después, recordamos aquellos momentos llenos de anécdotas.
No se lo esperaban, pero un día de noviembre recibieron una carta proveniente del canal de televisión ESPN, que contenía una invitación a Las Vegas con gastos pagos sin anunciar la razón. Era una sorpresa: se trataba de una ceremonia de premiación de las Grandes Ligas.
“Ni siquiera sabíamos para qué íbamos, solo nos dijeron que nos iban a llevar a Las Vegas. Nosotros nos fuimos sin nada. Allá nos recibieron y nos dijeron que íbamos para la premiación de las Grandes Ligas, quedamos impresionados y decidimos comprar una cámara desechable”, contó Mavárez a La Verdad.
En la ciudad de Nevada, conocieron a innumerables figuras del momento. Entre ellas, estaban José Canseco, Rafael Furcal, Dusty Baker, Frank Thomas y el boxeador Evander Holyfield, con quien Prado tiene una anécdota memorable. “Ya él (Holyfield) había peleado con (Mike) Tyson y había perdido la oreja. Él estaba allá y desde que llegamos, Marcel lo miraba y lo miraba. El carajito no dejaba de mirarle la oreja.
Holyfield lo alzó y lo puso cerca de su oreja para decirle en inglés que se había hecho la operación y ya estaba curado, pero lo hizo con rabia porque Marcel lo tenía loco”, recordó Quevedo.
El premio al campeón
Ir a Las Vegas fue como la cereza del pastel para estos miembros del equipo campeón en el Mundial, quienes se trasladaban en limosina. “Nos dieron un brazalete con el que podíamos comer donde quisiéramos y le dije a Rubén (Mavárez): ‘Yo voy a pasar el día sin comer porque yo voy a entrar ahí’. Cuando entramos, lo primero que vimos fue un carrito con ensaladas, carne cruda y patillas”, confesó Prado.
“Y nosotros decíamos: ‘Pero esto no es como nos habían dicho, nos dijeron que esto era bueno’. De repente, estaba una pareja al lado y ellos hablaban español. Nos preguntaron por qué estábamos comiendo pura patilla y les dijimos: ‘Señor, porque nosotros no somos caníbales, yo no voy a estar comiendo carne cruda’. Y nos dijo que más adelante había más comida. Descubrimos la caja de Pandora, yo ahí conocí lo que es la gula (risas)”.
Durante el viaje, el entonces novato Rafael Furcal fungió como una especie de padrino para los niños de Sierra Maestra. Mientras estaban en el lobby, los acompañaba el boricua, quien estaba con el jardinero Andruw Jones, su compañero en los Bravos de Atlanta. El dominicano los atendió muy bien y no los dejó solos en la velada.
Marcel, el travieso
De acuerdo con Quevedo, el autor intelectual del sinfín de travesuras era Prado. El derecho, hoy relevista de Bravos de Margarita y Orioles de Baltimore (Doble A), le botó un bolígrafo especial al director de Little League en Latinoamérica, Carlos Pagán.
“Cuando íbamos en el avión, yo estaba regañando a Marcel: ‘Marcel, quedáte quieto. Marcel, ¿dónde estáis?’ y Carlos Pagán me dice: ‘Deja quieto al nene’. Lo dejé quieto y al ratico cargaba un crucigrama, le quitó a Pagán un bolígrafo que tenía grabadas las iniciales de su esposa. Me quedé dormido y de pronto me despierta Pagán: ‘Oye, Quevedo, Marcel me botó el bolígrafo, ¡el nene me botó el bolígrafo!’. Yo le dije: ‘Vos me dijiste que lo dejara tranquilo, que lo dejara ser feliz, ahí lo tenéis’. Le botó el bolígrafo, nunca lo consiguieron. Registraron medio avión, no joda, y no lo consiguieron”, contó, entre risas, el estratega zuliano.
El viaje redundó en alegrías para los tres personajes de la coronada selección: conocieron Las Vegas, se hospedaron en un hotel cinco estrellas, tenían todo para ellos y se codearon con grandes estrellas del deporte.
Voces
“Conocimos a Evander Holyfield, a Dusty Baker, a Tany Pérez, a (José) Canseco, a Andruw Jones, a Jay Payton, a Greg Maddux… Y nos paseaban en limosina. Esa vida no la tiene nunca uno”.
Marcel Prado
Jugador de Sierra Maestra
“Comimos de todo, había salmón, carne y todo lo que te puedas imaginar. Compramos películas de adultos (Pay per view) y cuando iban a pagar la habitación, nos preguntaron y lo negamos (risas)”.
Rubén Mavárez
Jugador de Sierra Maestra