La muerte del futuro

En esos momentos difíciles, se agolpan en nuestra memoria todas las vivencias que hemos compartido con jóvenes inquietos y bulliciosos

Cuando la violencia le arrebata la vida a un joven, muere parte del futuro del país, embargándonos en un profundo dolor que afecta a sus padres, familiares y a los que luchamos por un futuro luminoso para la juventud venezolana. En esos momentos difíciles, se agolpan en nuestra memoria todas las vivencias que hemos compartido con jóvenes inquietos y bulliciosos, que llegan a las universidades para alcanzar sus más anhelados sueños, convertirse en destacados profesionales al servicio de sus familias y del progreso de la nación.

La muerte del joven estudiante, Eleazar Hernández Rondón (QEPD), debe convocarnos a la reflexión y la prudencia; esto nos obliga analizar la situación de violencia desbordada que vive Venezuela. Debemos recordar que la mayoría de los victimarios son jóvenes también; muchachos que por la carencia de valores familiares, educación formal y empleos dignos y productivos, escogen las calles para delinquir y cometer actos que contribuyen con la profundización de una violencia que destruye dramáticamente la tranquilidad y el sosiego necesarios para vivir en paz y en convivencia con nuestros semejantes. 

No es justo que el maravilloso milagro de la vida se apague porque muchos juegan al odio, la intolerancia y el irrespeto, que desemboca en una espiral de violencia que sabemos cuándo se inició pero jamás sabremos cuándo llega a su fin. La búsqueda de la paz es un trabajo de todos. Nadie puede endosarse la exclusiva responsabilidad de construirla y mantenerla. La búsqueda de la paz es una tarea que le compete a las autoridades gubernamentales, a las familias, a las escuelas y universidades, a la sociedad como un todo dedicada a sembrar y cultivar los valores que nos permitan a los venezolanos vivir en un país donde el respeto, la tolerancia y el reconocimiento del otro sean el camino que nos libere de la violencia que pretende asesinar lo mejor que guarda nuestra venezolanidad.

La dolorosa muerte de Eleazar debe encender las alarmas de un país que exige que nos dediquemos a tiempo completo en la construcción de la paz, la justicia y el entendimiento colectivo como antídotos para erradicar la violencia que amenaza con instaurar la muerte, el odio y el dolor en Venezuela y enterrar para siempre el futuro que encarna la hermosa y valiente juventud venezolana.     

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