Como
El 23 de enero de 1958 marca un hito en la historia política, social y económica de Venezuela. Fue el despertar de un pueblo a la esperanza de un país con futuro. Aunque algunos políticos cuestionan las causas conocidas del derrocamiento del dictador, es indudable que fue producto de la unión de los distintos sectores de la población, liderados por los grandes partidos nacionales (AD, PCV, URD, Copei e independientes) integrados en la Junta Patriota, quienes lograron desalojar del poder al último tirano del siglo XX.
Fue una lucha colectiva y civil, en la cual tuvo un papel destacado la comunidad universitaria, en particular los estudiantes, que con sus arriesgadas iniciativas, porque involucraban cárcel o la muerte, realizaron la huelga del 21 de noviembre de 1957, que aceleró la caída del dictador. Los militares se plegaron a la lucha cuando vieron que era inminente la caída de Pérez Jiménez.
A 57 años de ese hecho, nuevamente el país se enfrenta a una disyuntiva. En medio de una turbulencia e inestabilidad política, la precariedad de la calidad de vida de la población, con un incremento de la pobreza, la carestía de lo más básico y una crisis económica sin parangón; perdidos buena parte de los espacios de libertad y la libertad misma, tiene que confrontar a un Gobierno que no se atreve, ni quiere, implementar medidas coherentes que resuelvan los grandes problemas, más allá de las improductivas reuniones, la propaganda y la acumulación de poder. Un Gobierno sustentado “en las bayonetas más que en las reglas del juego político” (Domingo Alberto Rangel).
Como en la época de la dictadura, los universitarios debemos dar respuesta a este caos. Levantar las banderas de la libertad y la democracia y desde nuestra perspectiva autonomista emprender acciones que nos acerquen aún más a la población con el fin de ofrecerles orientación en estos días de desesperación pero también de un resignado y peligroso conformismo. Profundizar el diálogo con la AN sobre nuestra propia problemática y hacer esfuerzos para que esas reuniones se traduzcan en un referente para la búsqueda de un acercamiento entre las fuerzas políticas con miras a un diálogo que, guardando las distancias y las reservas que se puedan tener, reedite un espacio de encuentro, de discusión y reflexión, como el Pacto de Punto Fijo, para establecer acuerdos que permitan destrabar el gigantesco nudo gordiano de hoy.