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El éxito de las organizaciones asiáticas y en países de Europa, principalmente en Alemania, radica en apartar los sentimientos del trabajo y enfocarse en la productividad. Se maximiza el esfuerzo y se potencian las capacidades intelectuales del individuo, viéndolo en algunas ocasiones como un ser actuante, capaz de resolver problemas ante presión o crear alternativas para potenciar las empresas.
No sé si es el clima o la ubicación geográfica de Venezuela, por encontrarse al norte de Suramérica. Pero tenemos ciertas características muy nobles, y a la vez problemáticas, que han frenado el desarrollo del país por mezclar emociones en los momentos que se necesita racionalidad, aunque suene muy frío de mi parte.
Será que por esta misma circunstancia que a todo le buscamos un defecto, nunca estamos satisfechos y andamos cuestionando al vecino hasta por el carro que pudo comprarse o la camisa que lleva puesta. Sabemos que con esto que estoy comentando no hago la diferencia, quizás eso mismo le pasó a Francisco de Miranda cuando le dio confianza a un joven Bolívar de entrar en su Ejército, hasta de permitir darle un rango militar, resultando éste traicionado por quien luego sería llamado “El Libertador”.
Puedo elucubrar que existió en esa época algo más que caprichos de parte de Simón, quién sabe si hoy fuésemos parte de ese sueño, de unir un territorio bajo su idea y no nos llamáramos venezolanos… pues ni nos libertó y mucho menos nos unió. Digo todo esto no por ser crítico de la historia, sin embargo, mi reflexión no es orientada a lo que pudo haber pasado hace más de 200 años atrás.
Lo digo ya que hemos tenido varios Simón Bolívar que han ido en la historia, poniendo primero sus intereses a los de un colectivo. Más allá de todo esto radica en la afectividad; sentimientos que se mezclan y tratan de esconder una intención intrínseca que sólo está en la mente de quien a veces se impone o interpone sólo por carencias afectivas. ¿Cuántos chamos salieron en las protestas a ser líderes y formar parte de un partido?, se les trata también como un “rockstar”.
El querer ser protagonista en los micrófonos, las cámaras, redes sociales… no es sólo una estrategia de mercadeo, sino también de una falta que se cubre con ser el centro de atención. ¡Aún nos falta! y la madurez, en algunos, nos tarda en llegar y a otros les urge que les llegue. Puedo hasta entenderlo, yo lo viví en mi período de ser un dirigente que le decía que ¡No! a la enmienda en 2009, y las cámaras y yo éramos uno. De eso ya han pasado más de 8 años y en mi cabello algunas canas han llegado, y algunos errores cometí.
Pero de mi profesión aprendí que hay que apartar eso que nos mata por afectividad y debemos dedicarnos al objetivo que es sólo uno y se llama Venezuela.