Hoy
Venezuela camina de forma caótica a la resolución de la crisis política que ha generado la actual crisis económica. Con esta afirmación no pienso unirme al coro de los profetas del desastre. Todo lo contrario, anuncio, con esperanza y pragmatismo, la cercanía de una nueva fase, más acelerada y por tanto dramática, en la transición hacia el postchavismo. Y lo de “caótica” lo expreso más en el contexto de la teoría del caos que en el uso simple del adjetivo.
Vamos por parte. Hoy el escenario venezolano es un laboratorio para demostrar lo que algunos teóricos del caos expresan con sus premisas de “orden en el desorden, patrones asimétricos que generan en la superficie de las cosas, cambios leves que al evolucionar se convierten en grandes cataclismos o transformaciones mucho más profundas”. Y es simple, querido lector, porque todo el desorden que usted ve a su alrededor, las colas, el colapso de los servicios, la pérdida de gobernabilidad e incluso la ausencia del Estado, está anunciando el fin de un modelo político y económico que está haciendo aguas por todos lados. El Gobierno actual es un paciente en coma cuyos familiares discuten cuándo desconectarlo, quién paga la cuenta y cómo se repartirán la herencia.
Hay luz al final del túnel. Ya la vemos. Aunque esa misma luz también pone de relieve la cantidad de cosas oscuras, terribles y amenazantes que se escondían en la misma oscuridad. Ahora vemos las cucarachas, pero podemos hacerlo precisamente por la llegada de los primeros rayos de luz.
En mi ejercicio profesional como asesor y conferencista me encuentro con un país que está adaptándose a los cambios. Unos con sonrisas de optimismo, otros con angustia, pero todos muy decididos a emprender, a generar respuestas, a producir en un entorno completamente hostil a la inversión privada y el emprendimiento meritorio.
Esa tenacidad que veo en cientos de venezolanos y especialmente en los zulianos, me permite decir que esta crisis tiene un lado noble: nos ha hecho más conscientes del peso de la política como ciencia rectora de la convivencia ciudadana; nos ha hecho más responsables y activos ante las Instituciones públicas que nos gobiernan y nos ha inspirado a emprender en la búsqueda de nuevos ingresos económicos y mayor rendimiento en nuestras actividades.
Veo más allá de los titulares escandalosos y la propaganda política de ambos bandos, una ciudadanía crítica frente al Estado y sus actuales administradores, pero también ha parido una nueva generación de emprendedores que, Dios mediante y con buen apoyo profesional y financiero, nos llenará de orgullo a la vuelta de unos años. Y yo pienso estar allá con ellos, celebrando nuestro renacimiento empresarial y cosechando lo mucho que estamos sembrando con asesorías, conferencias, inversiones y esfuerzos.