Bomba de tiempo en plena ciudad

(Fotos: Maru00eda Fuenmayor)

Al menos 100 familias del noroeste se dedican a la venta ilegal de combustible. La comercialización de gasolina se extiende a los barrios El Hediodito, Ciudad Lossada, Puerto Caballo y hasta los terrenos de Apuz, en pleno corazón de Maracaibo 

La mitad de una botella plástica prensada con un trozo de manguera hace las veces de embudo. El enclenque aparato artesanal es agitado por los brazos de Carlos, un niño de 12 años, que junto a su hermano, de dos, vende gasolina en la antigua entrada de la Asociación de Profesores de la Universidad del Zulia (Apuz). 

Mientras su padrastro permanece escondido en el monte de los terrenos universitarios “cuidando la pipa”, él eleva la mano en plena avenida para llamar la atención de los vehículos que están dispuestos a comprar el combustible cotizado en mil 200 bolívares cada envase de cinco litros.

“¿Ajá, cuánto queréis?”, pregunta el adolescente, quien a media mañana aún no llevaba nada en el estómago, al igual que su hermanito que medio desnudo juega con las botellas. “Nos venimos a vender gasolina porque no tenemos nada que comer, ahorita estamos full, tenemos 60 litros que los está cuidando mi padrastro, mientras él la cuida, yo la vendo y cuido a mi hermanito”, confesó el vivaz jovencito a La Verdad. 

La venta de combustible de 95 y 91 octanos dejó de ser exclusiva de la frontera. A mediados de mayo de 2017, los “pimpineros” volvieron a la ciudad. La causa: “El hambre y la situación económica” que arropa a las familias zulianas. 

Un poco más adelante, del otro lado de la avenida, 36 familias se dedican a la misma actividad. La calle principal del sector Ciudad Lossada, de la parroquia Ildefonso Vázquez, está abarrotada de “pimpinas” con el líquido volátil. 

Negocio establecido

Belkis González tiene dos meses vendiendo combustible. Ver a sus hijos llorar de hambre la llevó a dedicarse a esto. “No me va mal, me alcanza para darle una buena comida a mis niños una vez al día, aquí el hambre se quita a punta de gasolina, porque no hay más nada que hacer”. Eso significa entre 15 y 20 mil bolívares que le alcanza para un kilo de arroz y carne molida o huevo para alimentar a sus cinco vástagos. 

El precio de comercialización ilícita varía según la demanda. Un punto de gasolina (20 litros) cuesta entre cuatro y seis mil bolívares, mientras que para la venta, cada cinco litros varía entre mil 200 y mil 500 bolívares. En el corazón de la ciudad los que venden combustible son los carros por puesto. 

“Ellos van, echan gasolina en las bombas y después la venden aquí, eso les deja entre 20 o 30 mil bolívares diarios. Depende de los viajes que hagan y de la capacidad de su tanque y así reúnen para comprar repuestos y lo que necesite el carro, pero la mayoría lo hace para comer”, expresó Énder Paz, un vendedor en el barrio El Hediodito. 

“Por necesidad” 

Beatriz Urdaneta, de 55 años, vive en el sector Puerto Caballo, al norte de la capital zuliana, y vende gasolina “por necesidad”. Mientras se cubre del inclemente sol debajo de una troja en la orilla de la Troncal del Caribe, la mujer contó por qué luce con 30 kilos menos: El año pasado con ayuda de su hija, estudiante de Diseño de Modas, vendía vestidos de novia y de 15 años en varios locales del casco central de Maracaibo. “A raíz de esta situación los establecimientos cerraron y me quedé sin nada, no teníamos a quién venderle, así que nos pusimos las dos en esto”. El sentimiento de impotencia embarga a Beatriz, que come una sola vez al día arroz con queso.  

En Puerto Caballo, a un kilómetro del Comando Zona 11 de la Guardia Nacional Bolivariana (antiguo Core 3), un aproximado de 28 “garraferos” vende el combustible en plena vía pública a la vista de todos. Los uniformados, lejos de tomar medidas legales frente a la práctica ilegal, cobran vacuna por dejarlos vender. “Ellos nos dicen: ‘Ustedes no están robando’, nosotros los entendemos, pero vamos a estar pasando dos veces al día para que nos den dos mil bolívares o los quitamos”.

Paradójicamente en esta zona, la mayoría de los compradores son contrabandistas que luego de vaciar sus tanques en la frontera con Colombia, regresan con pocos litros a Maracaibo. “Les toca ‘tanquear’ un poco para llegar hasta la bomba más cercana”. 

La gasolina extraída de los punteros o vendedores es almacenada por los grupos familiares en los patios o dentro de las casas para evitar su robo. Humberto confesó que casi no duerme porque le da miedo que pase algo. “Me levanto varias veces en la noche a chequear que todo esté bien porque si explota la pipa volamos todos”. 

Legal 

En el último incremento de la gasolina, vigente desde el viernes 19 de febrero de 2016 y hecho luego de 20 años de congelación de precios, el litro de gasolina de 91 octanos quedó en un bolívar, mientras que la de 95 octanos se comercializa en seis bolívares legalmente.   

 

 

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