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La solidaridad entre naciones es una quimera, tan rara como puede serlo entre personas cuando no hay vínculos afectivos claros. En días pasados ocurrieron dos eventos electorales, uno en EEUU y el otro en Nicaragua. El primero generó más atención entre los venezolanos que el segundo, ¿por qué? Se podría argumentar sobre el impacto a escala mundial de la nación norteña, sus amenazas para la paz mundial y el cambio climático, entre otros.
Lo que pase en Nicaragua parece afectar poco a la complicada crisis que atraviesa Venezuela, por el contrario un nuevo Presidente en los EEUU pudiera tener efectos importantes en factores como el diálogo, así como en las negociaciones con Cuba, país que sin duda influye en toda esta historia. De esta manera, un proceso electoral cuestionado en el país centroamericano, con muchas similitudes a los procesos marcados por el desequilibrio que se han vivido en Venezuela, trajo poca atención.
Lo anterior puede servir para reflexionar sobre las posibilidades ciertas que se tiene de captar la atención sobre el conflicto venezolano. En la medida que la situación afecte algunos intereses más allá de nuestras fronteras, en esa medida la participación internacional será más activa, pero si por el contrario esos intereses no son tocados lo que pase en el país no generará más que algún que otro titular acompañando discursos de solidaridad y llamados a respetar la Democracia. En pocas palabras, cada quien anda por su cuenta según sus intereses.
Puede surgir la interrogante sobre el rol del Vaticano, ¿por qué intervenir en el conflicto venezolano? Aparentemente no hay un interés claro para tal acción, sin embargo si se asume como un interés fundamental del Papa, y la Iglesia en general, es la paz, entonces su participación tiene sentido. Como latinoamericano, el Sumo Pontífice pudiera tener particular interés en lograr la pacificación de América Latina, de ahí su intervención en Colombia y Venezuela. Esto sin duda tiene un valor muy positivo, pero el ritmo de la paz es mucho más lento que el del hambre.
El venezolano de hoy sin duda quiere paz, pero también necesita comer, seguridad, medicamentos, necesita al final de cuentas sobrevivir. Sin duda la paz puede contribuir a devolver algo de normalidad a la vida de guerra a la que se ha sometido a toda una población, pero la pregunta es ¿cuándo? De ahí que muchas personas agradezcan el gesto de preocuparse por Venezuela. De esta manera la eterna presencia de las soluciones mágicas y rápidas sigue acechando, siempre dejando la puerta abierta a cualquier aventura.