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Las bandas se instalaron hace décadas en el municipio Miranda. Evolucionaron y ahora obtienen sus recursos del cobro de vacuna. Sin discriminación atacan a obreros como a comerciantes y empresarios. Quienes se resisten a sus pretensiones reciben las visitas de pistoleros, cuando no pagan, los matan. En los últimos meses asesinaron a una docena de lugareños por no tener dinero para el pago.
Entre las víctimas cuentan Adolfo Martínez y Rafael Paz, pescadores oriundos del municipio Miranda, a quienes acribillaron al arribar al Hospital Universitario de Maracaibo para visitar un pariente en el área de Pediatría. Durante el doble asesinato hirieron a una médica, un vigilante, un paciente y dos visitantes.
A Carlos Luis Manzano Arrieta, de 38 años, lo asesinaron de un balazo en el rostro en el interior de su carnicería, en la avenida 15 del sector Buena Vista II; lo llamaron por su nombre, al dar la media vuelta le propinaron un balazo. Lo asediaban desde hacía meses por el pago de “protección”, pero nunca aceptó.
El modus operandi se repite. Llamadas amenazantes, pistoleros rondando los establecimientos y residencias. Quien se resiste tiene tres opciones: mudarse, pagar o esperar el ataque, detalló un vecino.
El acoso
Una residente del sector Las Playitas al contar su historia aseguró que contrataron a los cobravacunas para que otorgara a bajo precio la propiedad que decidió vender. “Llegaron a la casa con el documento de venta hecho y pidieron que firmara, como no accedí empezaron las amenazas”.
En las llamadas telefónicas le advirtieron a la familia: “Les damos dos días para que firmen el documento, sino los vamos a matar”. El acoso obligó a la joven a aceptar. Los delincuentes le enviaron a las 5.30 de la mañana un vehículo para trasladarlos hasta una notaría de Cabimas. “La única forma de evitar que mataran a mi familia era ceder”, comentó cabizbaja la muchacha.
Quienes residen en el Casco Histórico de Los Puertos de Altagracia, Los Jovitos, Las Playitas y Punta de Piedra son los más asediados. Uno de ellos recordó que cuando adquirió su terreno y empezó a construir empezaron a extorsionarlo. “Solo bastó que vieran pasar los camiones de arena, granzón, cemento, caico e iniciaron las llamadas”.
Una leyenda se convirtió la historia de una vecina de la calle 2 de Los Puertos. La hostigaron unos motorizados por tres semanas. La anciana se negó a darles dinero y transcurrido los 21 días se metieron a las 3.00 de la madruga por el techo de zinc, la golpearon y le robaron la cocina, la nevera, el aire acondicionado, el dinero en efectivo que tenía guardado, no dejaron nada.
Dueños del crimen
Las bandas de los Matos y Los Meleán se dividieron la zona y las víctimas. Operan a sus anchas tanto en el Lago como en tierra. Todas las víctimas conocen a sus miembros, pero ninguno los denuncia por temor. “En el pueblo todo se sabe”.
Las organizaciones criminales no solo extorsionan, también trafican combustible, plomo, bronce y buche de pescado, cuyo costo en el mercado asciende a 300 mil bolívares. La mercancía es trasladada en camionetas doble cabina por el sector Los Jovitos con destino a Curazao, detalló Luis Alberto Guerrero, coordinador de la Policía Nacional Bolivariana, durante una rueda de prensa en la sede de Polisur.
Manuel Morales, exdirector de la Policía de Miranda, aseguró que las bandas luchan por la dominación del territorio. Los sicarios matan a los familiares de las bandas contrarias, todo con tal de preservar la hegemonía en el pueblo. Hasta los más jóvenes se hacen pasar por grandes mafiosos para exigir una “colaboración” monetaria.
“No pague, denuncie”, exhortó el exfuncionario, mientras aseguraba que esa la medida más eficaz para acabar la problemática que aqueja a la comunidad mirandina.
La respuesta
Los cuerpos de seguridad han ultimado en los últimos tres años a 17 sicarios que mantenían en zozobra a los comerciantes y vecinos de la Costa Oriental. Entre ellos cayó David Alejandro Nava Silva (25), alias Canaguaro. Al secuaz de la banda Los Meleán se le adjudicaban al menos 12 asesinatos este año.
Las comunidades no creen suficiente la medida. Las bandas reemplazas rápido a los integrantes y la inseguridad no baja. Modificaron sus estilos de vida y al menos la mitad de la población decide encerrarse antes de las 6.00 de la tarde. Hora en que los delincuentes empiezan a rondar las calles con las armas de fuego a la vista de todos.