Los daños no se limitaron a las obras que decoraban los salones del Palacio presidencial de Planalto, sino también a pinturas, esculturas y muebles históricos
Los bolsonaristas radicales que atacaron el domingo las sedes de la Presidencia, el Congreso y la Corte Suprema de Brasil provocaron daños a numerosas obras de arte que estaban en los palacios, algunos irreparables, y cuyo valor es “incalculable”, según los balances divulgados este lunes.
Desde la monumental obra As mulatas, del pintor brasileño Di Cavalcante, hasta un reloj de péndulo que el rey Juan VI de Portugal recibió de regalo del monarca francés Luis XIV en el siglo XVIII figuran en las listas de obras destruidas o damnificadas por los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro.
Los daños no se limitaron a las obras que decoraban los salones del Palacio presidencial de Planalto, propietario de una de las principales colecciones de arte modernista brasileño del país, sino también a pinturas, esculturas y muebles históricos que estaban en el Congreso y el Supremo Tribunal Federal.
“Los terroristas que invadieron el Palacio de Planalto depredaron y destruyeron parte importante del acervo artístico y arquitectónico allí reunido y que representa un capítulo importante de la historia nacional”, según un comunicado de la Presidencia.
“El valor de lo que fue destruido es incalculable debido a la historia que representa”, afirmó el director de Curaduría de los Palacios Presidenciales, Rogerio Carvalho, quien considera posible, aunque costoso, la recuperación de la mayoría de las obras.
Carvalho tan solo considera “muy difícil” la restauración del reloj que pertenecía al rey Juan VI, cuyo autor es el relojero francés Balthazar Martinot y de cuyas producciones tan solo queda otra exhibida en el Palacio de Versalles.
Además de los daños al acervo artístico, los seguidores de Bolsonaro, que desconocen la victoria del progresista Luiz Inácio Lula da Silva en las presidenciales de octubre y piden un golpe de Estado para destituirlo, también provocaron daños arquitectónicos a las tres edificaciones creadas por el brasileño Oscar Niemeyer.
Los enormes ventanales de los tres palacios fueron totalmente destruidos y varias columnas y paredes, además de haber sufrido golpes fueron vandalizadas con aerosol.
Obras damnificadas
Según un primer balance parcial de la Presidencia, entre las obras damnificadas figuran Bandeira do Brasil (1995), del brasileño Jorge Eduardo, que fue encontrada flotando en un charco que inundó el primer piso de la Presidencia luego de que los vándalos dejaran abiertos los hidrantes.
La pintura As mulatas de Di Cavalcanti, valorada en cerca de 1,5 millones de dólares y que decora el Salón Noble del Palacio de Planalto a pocos metros del despacho de Lula, fue rasgada con objetos cortantes en siete partes.
La escultura O flautista, de Bruno Jorge y evaluada en unos 50.000 dólares, fue totalmente destruida, mientras que una escultura en madera de Frans Krajcberg fue despedazada y sus partes quedaron esparcidas en varios lugares.
La lista de obras damnificadas también incluye la mesa de trabajo del presidente Juscelino Kubitscheck (1956-1961), quien planeó y fundó Brasilia, y la escultura Venus apocalíptica, de la argentina Marta Minujín.
Todas las fotografías que estaban en la galería de expresidentes de Brasil fueron retiradas de la pared y quebradas.
En la sede del Congreso la lista incluye el vitral Araguaia, de Marianne Peretti, que decoraba el Salón Verde de la Cámara baja y que fue totalmente destruido; la escultura en bronce A bailarina, de Victor Brecheret y que fue registrada como desaparecida, y una escultura de Athos Bulcão.
Del Legislativo también fueron robados todos los regalos de autoridades extranjeras que estaban expuestos en vitrinas y hasta un balón de fútbol con el autógrafo del famoso atacante Neymar y que formaba parte de una exposición sobre el Mundial de Qatar 2022.
En la sede del Supremo fueron atacadas la escultura monumental A justiça, de Alfredo Ceschiatti, manchada con aerosoles; las esculturas de personalidades históricas que estaban en el Hall de los Bustos; y un tapete que perteneció a la princesa Isabel, hija del emperador Pedro II de Brasil.
Igualmente en el edificio de la corte fueron destruidas las sillas usadas por los magistrados y diseñadas por el arquitecto Jorge Zalszupin y el histórico blasón de la República que decoraba la pared principal del plenario del tribunal.
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