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Recientemente se generó una polémica por las declaraciones de Freddy Bernal con respecto a la ingesta de conejos, más allá de lo desagradable de sus palabras y de los chistes que suscitó ese episodio, está un problema de fondo, la desnutrición que avanza inexorablemente en Venezuela y afecta especialmente a los más vulnerables.
El conejo como cualquier animal, ciertamente es comestible, y en el Zulia hay muchas recetas excelentes con esta proteína. La cuestión no es el conejo, es que el gobierno sigue dando soluciones simples a problemas sumamente complejos. El problema alimenticio en Venezuela no radica en que no estamos acostumbrados a comer una variedad de proteínas, sino que las distorsiones económicas causadas por las políticas económicas han desaparecido los alimentos ó encarecido a un punto que un ciudadano común no puede acceder a ellos.
Bernal cuestiona la inventiva culinaria del venezolano, como todo mal gobierno, culpa a la gente antes de hacer autocrítica. Pero la verdad es que en nuestro país se come desde sardinas hasta iguanas. Por supuesto los ciudadanos tenemos el derecho a poder elegir qué alimentos ingerimos, pero como todo comunismo, la actual administración busca controlar hasta los aspectos más privados de los habitantes de esta tierra.
El pote de humo del conejo pretende hacernos olvidar que los casos atendidos por desnutrición infantil se han duplicado desde 2014, que las enfermedades relacionadas con la mala alimentación como la tuberculosis, diarreas, escorbuto entre otras, ha crecido de forma alarmante. Eso sumado a las pésimas condiciones del sistema sanitario, causan lamentables pérdidas en vidas de niños y ancianos.
Recientes investigaciones apuntan a niveles de emergencia en casos de desnutrición, el Informe de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición y Salud, de la Fundación Cáritas, arrojó más de un 11 % en la muestra que reportó una desnutrición aguda grave. Esas cifras bastarían para que un gobierno serio declarara una emergencia sanitaria y tomara medidas urgentes para recuperar la calidad de la alimentación del venezolano.
Lamentablemente en el Madurato, las apariencias importan más que las necesidades reales de los ciudadanos