El fin de una tragedia shakesperiana 

Venezuela vive su peor crisis en siglos y probablemente no sea la última; de hecho, salir de la actual costará por lo menos, una generación

“Un pueblo que no mantiene vivas sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de aceptación pasiva, es un pueblo muerto”, así dijo Francisco a representantes de la sociedad civil paraguaya y es lo que he venido opinando desde este espacio. Venezuela vive su peor crisis en siglos y probablemente no sea la última; de hecho, salir de la actual costará por lo menos, una generación.

Sin embargo, creo en la dignidad y el espíritu de superación que ha distinguido a este pueblo valeroso que supo encarar la tiranía de Pérez Jiménez y se resiste al régimen actual que nos ha puesto a la par de la Grecia de Tsipras, con la diferencia que tenemos petróleo pero de nada vale porque faltan recursos para extraerlo e incrementar su exportación; es imposible porque se utiliza para pagar deudas que en nada han remediado los problemas sino que los acrecienta, pues la dádiva no alcanza para todos y se dan con dinero inorgánico, creando ese dúo dinámico que es la inflación y la recesión, nuestra “espada de Damocles”.   

Con un BCV entrampado en las redes del Gobierno nacional, que no informa sobre los principales indicadores macroeconómicos (según el FMI, a finales de año la inflación superará el 100 por ciento, la contracción del PIB un siete por ciento y el dólar paralelo superior a los 600 bolívares) quizá para no crear más indignación y causar pánico, el capitalismo de Estado monopólico, que se escuda en el inservible socialismo del siglo XXI, no es sostenible y es necesario echarlo al basurero de la historia.

Ha de establecerse un modelo capitalista en el cual prevalezca la responsabilidad en el gasto, imponer la disciplina fiscal y monetaria, devolver la autonomía al BCV, realizar una convergencia cambiaria, eliminar el control de los capitales y sobre todo, incentivar la producción y deshacerse de las empresas improductivas del Estado, entre otras reformas. Olvidarnos de la idea del presidente Maduro que, a propósito del referéndum del pueblo griego, sugirió el beneficio del default para los países; aunque en la XLVIII reunión del Mercosur se comprometió a “saldar la deuda con el Fondo de Convergencia Estructural”.

El Gobierno que nos hemos dado, está destruyendo a Venezuela y trata de ganar tiempo reeditando viejas promesas o inútiles mesas de trabajo. Es tiempo de que los venezolanos tomemos conciencia que, como escribió Shakespeare, “Un cielo tan turbio no se aclara sin una tempestad”.

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