En el “Hospitalito” solo queda una valla desteñida 

La situaciu00f3n en el ambulatorio "va de mal en peor" y la infraestructura solo sirve para "colocar curitas". (Foto: Francisco Rincu00f3n)

El ambulatorio carece de los recursos mínimos para atender a las comunidades de su área de influencia. La emergencia no funciona, faltan los insumos y ni siquiera hay un tensiómetro. De noche no atienden ni urgencias

La brisa sopla con fuerza en las inmediaciones del Ambulatorio Urbano III San Francisco. Cerca, pero “al mismo tiempo lejos”, quedaron los momentos en los que “al menos una pastilla para el dolor de cabeza entregaban”. De la “magia”, durante los primeros días de su reinauguración en diciembre de 2014, queda “muy poco” y los indicios se reducen a una valla desteñida en el frente, pintura roja y propaganda alusiva a personeros del Gobierno, además, de unas sillas de metal que rechinan con frecuencia.

Ubicado en el barrio Betulio González, el “Hospitalito” como se le conoce, tiene más de 50 años de fundación y en sus inicios fungió como materno. Las promesas gubernamentales sobre la “atención médica para el pueblo” quedaron en el “olvido”, y se fue a la “basura la inversión de siete millones de bolívares” destinados para su rehabilitación que, en teoría, beneficiaría a “más de 145 mil habitantes del municipio sureño”. 

La realidad hoy es otra y “la emergencia no funciona, faltan los insumos y ni siquiera hay un tensiómetro”, de acuerdo a vecinos que prefirieron no identificarse por temor a represalias. En su interior, la soledad es notoria, al igual que las fotografías en las paredes medio rotas y otras que ya no están. Rita Pérez, nombre ficticio, es habitante de la comunidad desde hace más de 20 años y asegura que “nunca” hay ibuprofeno, ketoprofeno, jeringas, soluciones o algodones, por lo que están obligados a “llevar todo”. 

En coma 

El área de influencia alrededor del ambulatorio es amplia. El Hospitalito “debería” atender a las comunidades de Ma’ Vieja, Betulio González, San Benito, Monseñor Romero y La Cachicambera, además de cualquier otra que lo necesite. Betty, vecina de una de las barriadas aledañas, reitera que desde “hace mucho no hacen jornadas médicas, ni en el recinto ni fuera de él, porque no tienen nada”. 

Cada persona que asiste al lugar para recibir una atención primaria o por alguna emergencia, obtiene una respuesta similar: “Aquí no tenemos lo que necesitamos para atenderlos, vayan al General del Sur o para el Noriega Trigo”. Por las noches la situación es peor y pese a “los gritos” para que alguien salga a atender, en reiteradas oportunidades la tarea resulta infructuosa. No hay suturas, reactivos, material médico quirúrgico, se robaron los timbres, algunos aires acondicionados, e incluso, hay áreas cerradas como la de terapias y tanto odontología como ginecología funcionan dos veces a la semana por los problemas con el agua. 

Distante quedan las palabras de las autoridades regionales hace poco más de dos años, cuando aseguraron que “el centro asistencial ofrecería atención de emergencias las 24 horas, observación adulta y pediátrica, medicina general, atención médica especializada en pediatría, ginecología y obstetricia, medicina familiar, odontología, nutrición y dietética, enfermería, inmunización, terapia respiratoria, laboratorio, farmacia y programas de salud como diabetes, hipertensión arterial, oncología, tabaquismo y salud sexual. De la inversión solo queda un mamotreto y el personal que trabaja “con las uñas”, mientras los pacientes continúan “dando gritos de auxilio sin que ninguna autoridad ofrezca una respuesta”. 

 

 

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