Marcos
A las 7.54 de la noche del miércoles Marcos Luis Rodríguez y Redlich García iban en un ascensor, subían a su apartamento en Santiago de Chile. A esa hora un terremoto causó pánico en Illapel, a 283 kilómetros, a tres horas y media en carro. También se lo causó a los marabinos, quienes tienen poco más de tres meses en la capital chilena.
“Es la experiencia más terrible que puede pasar”, dice Rodríguez en contacto telefónico con La Verdad. “El ascensor se movía mientras iba subiendo. Parecía que no iba a terminar el temblor y cuando, finalmente, llegó el ascensor al piso 14 en el que vivimos, me tuve que agarrar de las paredes, el mismo movimiento me iba a tumbar”.
“Bastante nervioso”, actuaba según los protocolos de seguridad, esos que son habituales para la comunidad chilena y que hacen suyo, como una costumbre más. “Bajamos por las escaleras de emergencia y esperamos que pasara, al rato subimos y nos tardamos como tres minutos buscando nuestros papeles y con qué abrigarnos cuando empezó a temblar otra vez; corrimos por las escaleras y esa vez fue peor: se fue la luz, no podíamos ver nada y escuché cuando la tierra sonó como si se abriera, es algo totalmente aterrador, es como un rugido y sientes que la tierra te va a tragar”.
Marcos Luis seguía ayer nervioso, “bastante nervioso”, porque seguían las réplicas del temblor de 8,3 grados en la escala de Richter que azotó la zona costera de la nación sureña, aunque ya con menor intensidad. “Fue una experiencia aterradora, había sentido temblores en Maracaibo, pero no se puede comparar. Aquí había gente llorando, que recordaba el temblor de 2010”.
García se negaba a salir de su casa ayer, la que comparten cuatro venezolanos. En su primera experiencia telúrica tuvo temor. “Los chilenos, que se supone que están acostumbrados a esto, estaban llorando, eso quiere decir que todo estaba mal”. Y mal sonaba ayer: “Se han escuchado alarmas y alertan que los temblores podrían seguir por seis meses”.
Rodríguez y García comparten la experiencia. También la mala noche, eterna por las réplicas del movimiento que causó 11 muertes, desató tsunamis, obligó a decretar alertas de maremotos, que posteriormente fueron levantadas, y derivó en la evacuación de un millón de personas, según informa AP.
El primero calcula que logró dormirse cerca de las 4.30 de la madrugada. Hora y media después un temblor lo despertaba. Redlich García complementa el relato: “Desde las 11.00, cuando subimos, no pude dormir nada porque había réplicas cada 15 minutos. Hasta la 1.00 de la tarde de hoy (ayer) todavía sentía temblores cada 30 minutos”.
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Facebook activó el miércoles una sección de comprobación del estado de seguridad, mediante la cual los usuarios de la red social confirmaban que estaban a salvo tras el terremoto. La información llegó como una notificación para los contactos de los usuarios. “Avisa a tus amigos de que te encuentras fuera de peligro”, decía una ventana que les aparece a estos usuarios en la nación afectada.
Zona de desastre
AP. La presidenta Michelle Bachelet, quien viajó al norte y recorrió algunas de las zonas más afectadas, decretó el estado de emergencia constitucional en la región de Coquimbo, donde aún quedan más de 70 mil hogares sin luz, anunció en Santiago Jorge Burgos, ministro del Interior.
En Coquimbo, a unos 460 kilómetros al norte de Santiago, los residentes caminaban en el lodo, entre techos de zinc arrancados, metales retorcidos y escombros. Las olas del tsunami, de hasta 4,5 metros, penetraron unos 70 metros al interior del puerto.
El puerto de Coquimbo, Illapel y Tongoy, 430 kilómetros al norte, fueron las zonas más afectadas. El gobierno las declaró zonas de catástrofe para facilitar el envío de fondos.
El terremoto se sintió en Argentina y Perú y ocasionó una alerta de tsunami que alcanzó a Estados Unidos.
El sismo se produjo en el Pacífico a las 7.54, con epicentro a 55 kilómetros de Illapel.