Acudir a un proceso electoral en las condiciones como pretende el Gobierno, es de un absurdo sin precedentes. Un error costosísimo sería alargar innecesariamente el sufrimiento de los venezolanos, por culpa de un modelo país donde el Gobierno genera pobreza
Dentro de las particularidades que embriagan al país, una de las principales es que, al parecer, fuera de nuestras fronteras hay mayor claridad de que lo que aquí ocurre no es un criterio solo aplicable a la dirigencia política, sino a la población también.
Probablemente, las únicas “elecciones” en 2017 que valía la pena acudir a las urnas eran las regionales, porque vinieron después de la mayor estafa electoral de nuestra historia (la “constituyente”); era el evento oportuno para desenmascarar al régimen, quitarle las gobernaciones en respuesta al fraude, sin embargo, ganaron las pasiones y la visceralidad. El que el Gobierno haya ganado casi todas las regiones por la abstención de quienes lo repudian no convalidó la ANC, sino que dejó en evidencia la muerte de la fe que quedaba en los venezolanos, de dirimir la actual coyuntura a través de los votos.
Un proceso electoral democrático, legítimo y legal debe, en primer lugar, tener reglas claras en equidad para los candidatos; debe contar con instituciones imparciales, profesionales y, sobre todo, debe garantizar que el resultado final sea el reflejo exacto de la voluntad del pueblo. ¿Usted cree que en Venezuela los procesos electorales de 2017 garantizaron estos indefectibles puntos? Puntos que son injerarquizables, no se puede ni quitar ni privilegiar ninguno de ellos, los tres deben ser garantizados al máximo.
Es esperanzador observar el criterio firme de muchos líderes opositores, quienes desde un principio se han opuesto a estas “presidenciales” alegando sesudamente, sobradas razones del porqué los venezolanos no deben acudir a un proceso hecho a la medida más exacta a los intereses de Gobierno, de su élite. Lo hemos advertido. Acudir a un proceso electoral en las condiciones como pretende el Gobierno, es de un absurdo sin precedentes. Un error costosísimo sería alargar innecesariamente el sufrimiento de los venezolanos, por culpa de un modelo país donde el Gobierno genera pobreza, la cual luego esclaviza con fachada “electoral”.
Pareciera que internamente existiese temor de que en el extranjero se condene a la oposición (de partidos y pueblo) por decidir no acudir a las elecciones presidenciales, pero no es así; ante la evidente desinstitucionalización del país, el cada vez más diáfano talante totalitario del régimen y la desnaturalización de lo que debería ser un proceso electoral verdadero y democrático, esta abstención es lo que anhela la comunidad internacional.
No acudir es determinante, porque ejercería la presión interna y externa mancomunadamente, factor decisivo que debe agilizar los cambios que amerita urgentemente nuestra agónica Venezuela