La difícil recuperación: el aparato productivo

Venezuela saldrá adelante, de eso no hay duda. Sin embargo no basta con que la sociedad venezolana apueste a su esperanza y buena voluntad, las circunstancias actuales exigen ejercicios de realismo y en especial de racionalidad

Venezuela saldrá adelante, de eso no hay duda. Sin embargo no basta con que la sociedad venezolana apueste a su esperanza y buena voluntad, las circunstancias actuales exigen ejercicios de realismo y en especial de racionalidad. Es por ello que el tema económico es fundamental, pues será al final de cuentas el que termine de desarticular la locura revolucionaria que se apoderó del Gobierno, y también será el protagonista de la nueva etapa que emprenda el país, ya que sin mejoras sustanciales en la economía cualquier posibilidad de gobernabilidad se ve anulada.

El primer paso serán los ajustes económicos necesarios, sobre los cuales ya se ha venido adelantando hacia donde apuntarían y, tal vez lo que le genera mayor interés al ciudadano, lo dolorosos que serán. Pero la gran pregunta es, ¿y después de los ajustes qué? Es en esa respuesta donde comienza el camino largo y tortuoso, en el que muchos países se van quedando. Después de los ajustes el gran reto es convertirse en una economía productiva, la que solo tendrá lugar en el largo plazo y para la que habrá que trabajar con mucha paciencia y constancia.

Una economía productiva implica muchas cosas, una de ellas es la transformación del aparato productivo históricamente subsidiado, con un componente de importaciones para el consumo final alto, y con poca capacidad transformadora. Ese modelo económico solo puede mantenerse a partir del mismo esquema de un sistema en el que las actividades de extracción generan divisas, esas divisas entran a circular en la economía, y de esta manera se financia una estructura orientada fundamentalmente al consumo final. Este modelo es viable, pero de impactos estructurales limitados.

El transformarse en una economía productiva no es sencillo, requiere grandes inversiones para contar con la capacidad necesaria, tanto material como humana. Por otro lado sus resultados se ven en el mediano plazo en el mejor de los casos. Y sobre todo pasa por desarticular estructuras existentes de baja productividad, las cuales tienen influencia sobre los decisores de Políticas, a quienes tentarán para mantener un modelo inviable ya que no beneficia a la mayoría. El modelo venezolano sigue siendo rentista, exacerbado en los últimos años y actualmente insuficiente por la caída de la producción.

A pesar de lo difícil, las circunstancias actuales pueden ser una gran oportunidad de reconstrucción desde aproximaciones distintas. Sin duda las actividades de extracción, principalmente el petróleo, deben ser las generadoras de divisas en el corto plazo, pero a partir de ahí se desprende el gran reto de los años porvenir, esas divisas serán utilizadas para seguir financiando un modelo de baja productividad basado en el consumo subsidiado, o servirán de palanca para realizar las grandes inversiones que el país requiere. Las primeras son acciones cortoplacistas, las segundas implican un gran acuerdo nacional.

El aparato productivo debe transformarse para que el país pueda salir de la trampa estructural del rentismo. Esto requerirá voluntad política, a partir de la cual se deberán diseñar mecanismos de incentivos y regulatorios para que el sector empresarial transite por un nuevo modelo basado en la productividad, específicamente en la capacidad transformadora. Ese esquema también requerirá enfocar las energías en sectores claves, saliendo de los lugares comunes de “todo el potencial” que tiene Venezuela. Se trata al final de cuentas de aprovechar la oportunidad de construir desde los cimientos.

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