La joya viviente de la Catedral

El cuidador de la catedral cumple 33 años en la esquina narrando historias de Maracaibo. El cronista posee una cantidad incalculable de libros que recogen la historia de la ciudad desde sus inicios. Asegura que esta es la peor dictadura que vive el país

Hugolino Vázquez nació para ser “la joya viviente de la Catedral”. Llevando el nombre de un príncipe de fábula y siempre de punta en blanco, el elegante y planchado nómada, quien conoce bien la historia de Maracaibo, se dedicó desde su juventud a descubrir los secretos y aprender de la Tierra del Sol Amada, de sus templos y de su gente, de sus letras y sobre todo de su consentida, la Catedral de Maracaibo.

A los 12 ya era monaguillo en la iglesia San Juan Bautista, en la ciudad de Valera, al lado del padre Juan de Dios Andrade, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en la que -relata- le tocó pararse frente a la Seguridad Nacional para evitar que se llevaran al padre. “Ellos me decían que me quitara y yo me quedé parado ahí, ahí fue donde el pueblo se levantó y a los días tumbaron a Pérez Jiménez, cuando se metió con la iglesia”.

Este hombre que se enorgullece de no tener tocayo se ha convertido a través de los años en una referencia para propios y turistas, estudiantes y profesionales que buscan saber. “Me gusta que me llamen Hugolino, me encanta el nombre porque no se parece a otro”.

Hace ya varios años y gracias a “unos buenos amigos” vive en la calle Bolívar, en la parroquia Santa Lucía, en una casa humilde, emblemática de la Maracaibo vieja, llena de la sencillez que lo caracteriza. A sus 71 años, comienza su rutina diaria a las 3.00 de la madrugada. “Cuando los demás se quieren levantar ya yo tengo tres horas en la calle”.

“Yo he sido de todo”

Un ataque de asma a su hermana mayor y la recomendación médica de buscar un ambiente más frío, llevó a Isaura Villalobos de Vázquez y a Miguel Segundo Vázquez a mudarse a Valera, estado Trujillo, a la ciudad de “las siete colinas”, de la que Isaura se enamoró y en la que terminó quedándose. “Mamá le cogió cariño y se quedó allá”. Pero Hugolino, movido por la inquietud y sus recuerdos felices de la niñez, se regresó a Maracaibo ya adolescente y aún lo recuerda. Cuenta que en sus primeros años recorrió junto a los “buchitos” americanos y alemanes los 222 locales nocturnos que le daban vida al centro de la ciudad para ver a las mujeres bailar guaracha. “A los nueve años me iba para el mercado libre Santa Rosalía, había muchos americanos, uno le llevaba las bolsas se las metía en el carro y le daban a uno dólares en plata”. 

Como vendedor o cobrador, daba igual para Hugolino como se ganara el dinero, siempre y cuando fuera honrado y le dejara tiempito para investigar y leer. Gracias a uno de sus empleos en una empresa de cobranzas internacional, conoce toda Venezuela, “desde aquí, hasta donde nace el Orinoco”.

Para el historiador, estudiar fue todo un sacrificio, no había manera de que se quedara en la escuela, no copiaba en clases, no estudiaba, pero tenía éxito. Su facilidad para retener lo hizo, sin embargo, un excelente alumno que más de una vez sus profesores y maestros pusieron a prueba. “Yo estudié a regañadientes, porque no me gustaba la escuela, me gustaban los cobres y también, en medio de lo modesto, me ha gustado vestir bien y para vestir bien hay que tener dinero, me decía papá”.

Tiene labia y sus historias son como películas narradas por la propia historia. “Soy insistente porque el que persevera alcanza, me gustan las cosas correctas y conversando caigo bien”. Hace 33 años está en la esquina de la Catedral con un puesto modesto donde vende chucherías, café y periódicos a escasas dos cuadras de su casa. “Narro, como en las películas, no aburro y la gente aprende. Por aquí han pasado estudiantes, arquitectos, ingenieros, periodistas…’¿Dónde consigo al señor Hugolino?’ Me preguntan y yo les respondo: ¿En qué te puedo ayudar?, esa es mi palabra favorita”.

Los amores

La suerte del cronista que nació un 16 de enero de 1945 con las féminas ya “estaba echada”. A los 15 años una persona le dijo: “tú vas a tener suerte con las mujeres” y según cuenta el “Cuidador de la Catedral” aquella persona no se equivocó. De esa suerte nacieron sus dos hijos Marilina del Carmen, Ríchard Lino. “Soy tan buen padre que a cada uno de mis hijos le di su propia madre”, bromea el hombre que además asegura que en Maracaibo nació la venezolanidad.

Historias en letras 

Hugolino Vázquez cuenta historias, secretas para muchos: Que en 1361 hicieron un mapa de Venezuela desde un barco a pura tinta y que hubo un pingüino en Maracaibo, esa y otras historias las recogió de la basura. “Los libros que me interesaban los recogía de la basura como la mayoría de mis libros, también me los regalaban por eso son unas joyas, en muchos de ellos está la historia de las iglesias de Maracaibo, sus riquezas, las batallas. Tengo infinidad de libros, nunca los he contado porque me volvería loco”.

Amelia Sofía, sus pasos

Hugolino Vázquez es de los que cree que el tiempo de Dios es perfecto, por eso espera que Dios le dé los años necesarios para ver crecer a su nieta, Amelia Sofía. “Espero que cuando no esté, alguien siga, y tengo fe de que mi nieta va a ser como yo, y esto se lo voy a dejar yo a ella”. Entre lágrimas de emoción, el hombre que ha visto crecer a Maracaibo resaltó que es su nieta la fuerza que lo mantiene vivo. “Ella es linda y bella como nada, tiene dos años y medio y es muy inteligente, el mejor regalo que he tenido”.

Soy cronista

Convencido de que el maracucho, es “lo mejor de la bolita del mundo” y gracias a una buena educación y la lectura Hugolino se autodenomina hoy como “un cronista” y crítico de las dictaduras. “He visto varias dictaduras, cuando nací iba terminando la Segunda Guerra Mundial, la de Pérez Jiménez completica y sin que me quede nada por dentro esta que estamos viviendo ahorita es la peor porque en aquella al menos uno conseguía las cosas pero ahorita no. Esta es nueva, aquí destruyeron la historia, en vez de seguirla. Estos llegaron con la perversidad de lo que tú hiciste no sirve, vamos a quitarlo y hacemos otra cosa”. La mentira me molesta, los gobernantes son para que gobiernen, ellos son empleados de nosotros, no al revés, ellos están ahí porque nosotros los elegimos. Vale más una verdad que duela, que una mentira que se caiga”.

“Esa es mi vida y la transmito con gusto, y quisiera que algún gobernante incluyera la verdadera historia”. 

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