Al romper el equilibrio de los poderes públicos, Maduro escamotea, desacata, profana e inutiliza el poder de la legítima AN, hasta destruir el Poder Legislativo, que es el verdadero y auténtico poder del pueblo
Si prestamos atención y entendemos bien la realidad política venezolana, encontramos que la oposición se enfrenta al fascismo, al fraude y al sistema de guerra psicológica más siniestro de la propaganda política oficial. Ciertamente, el fascismo de Nicolás Maduro, no es solo una mueca de desprecio contra el que piensa distinto, contra el oponente. ¡No! Este sistema es un engendro perverso, que además de enajenar la institucionalidad del país, atenta contra la libertad y seguridad de cada venezolano. Y por añadidura, expresa la más vil política represiva y militarista que descompone el ambiente político, quiebra el sistema económico y destruye a la familia. Esta es la más diabólica agresión contra el espíritu y las buenas costumbres de la nación.
Es del conocimiento público que Maduro deviene en desacato de leyes nacionales e internacionales, en actos de injusticia, excesos, violaciones de DDHH. Para marcar su desprecio contra la legalidad y la democracia, crea instituciones espurias a través del fraude electoral en su obcecado camino para eternizarse en el poder. Bajo este esquema viola la Constitución nacional y crea a su ANC, que usa como mampuesto para disparar contra la institucionalidad del país. Por añadidura, sin mostrar el menor escrúpulo, impone parcialidad política en el Poder Judicial, la Contraloría y la Fiscalía General de la República para procurarse justicia selectiva. Al romper el equilibrio de los poderes públicos, Maduro escamotea, desacata, profana e inutiliza el poder de la legítima AN, hasta destruir el Poder Legislativo, que es el verdadero y auténtico poder del pueblo.
Sería bienhechor y legítimo, si Maduro desmontara las prácticas que destruyen su gestión y se inclinara a revitalizar al país con real política. Pero es iluso pretender hacer entrar en razón, por vía democrática, a una gestión, que para insulto de la humanidad devino en fascista y usa la ilegalidad como recurso para sostenerse en el poder. Por consiguiente, las razones para proseguir la lucha y establecer una democracia a las alturas del progreso y desarrollo del mundo, son vigentes. La vigencia de esta lucha, lastima y debilita en todos los ámbitos, al régimen.
El país necesita ganar una de las batallas más importantes para lograr la unidad de la nación, el equilibrio de las instituciones y la democracia. Esta batalla está en sanear el CNE. La batalla es electoral. Unirse es urgentemente vital. Evita que el pueblo venezolano sufra más. El país no acepta que se legitime lo que ha provocado el demencial caos y la amarga ruina actual.