Los dueños y los caporales

 

Los dueños no querían entender ni mucho menos imaginar que por sus desacertadas decisiones, quienes regentaban la hacienda habían apostado a que esta perdiera a sus mejores clientes, a sus mejores trabajadores, y habían logrado la disminución de los ingresos del patrimonio familiar

Paradójicamente los caporales venían de la peonada y aunque el administrador de la hacienda honestamente lo advertía, no podía hacer mayor esfuerzo ante unos oídos sordos y ante unos ojos ciegos porque dejaron la hacienda a la disposición de unos sátrapas. 

Los dueños no entendían las razones de la destrucción de la hacienda que tantos beneficios les brindaría por años; pero no leían ni el metalenguaje, ni el contexto, ni el texto detrás del texto ni escuchaban consejos o por los menos esas exhortaciones no llegaban a ellos porque eran filtradas por capataces amañados y llenos de vicios que corrompían la imagen y la economía de la hacienda, bueno eso quería creer la peonada. Los dueños les estaban dando crédito a las personas equivocadas y la hacienda, ese patrimonio familiar estaba siendo desbastado por muy malas personas.

Los caporales que gozaban de la confianza de los dueños habían logrado que los mejores peones se fueran de la hacienda y la gente que con pasión se entregaba a las labores huían, la producción mermó y el prestigio de aquella tan hermosa visión familiar se estaba yendo al precipicio, porque se negaban a ver en los síntomas una gerencia oscura de gente que solo los halagaba, pero que no administraba con criterios científicos ni gerenciales, sino que imponía sus caprichos sin razones llenas de mezquindad, obedeciendo a roscas constituidas y gente infiltrada que hacía negocios ilícitos dentro de los negocios lícitos de la empresa familiar para beneficio de grupúsculos y en desmedro de la finca.

Pero los resultados estaban a la vista y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Los dueños no querían entender ni mucho menos imaginar que por sus desacertadas decisiones, quienes regentaban la hacienda habían apostado a que esta perdiera a sus mejores clientes, a sus mejores trabajadores, y habían logrado la disminución de los ingresos del patrimonio familiar, a tal punto que hasta por haberse fracturado la economía de la finca tuvieron que suprimir esos alegres festejos que en otros tiempos daban a su peonada.

Solo una rosca maligna controlaba la hacienda haciéndola pedazos, y los que realmente tenían el conocimiento y las habilidades en los asuntos del agro y la ganadería, veían que ni a los dueños les dolía la pérdida de su patrimonio, y no había nada más que hacer.   

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