Toda
Señalábamos en la pasada entrega que el fundamentalismo islámico y sus irracionales ataques terroristas son los verdaderos enemigos de la religión enseñada por Mahoma, el Profeta. En esta entrega continuaremos mencionando otras actitudes radicales que contribuyen aún más a crear repulsa mundial contra de los musulmanes.
Toda fe es libre y cada quien tiene derecho a escoger la creencia que le es más cónsona, habida cuenta del libre albedrío del hombre. El corolario de esto es que cada quien es libre de creer en una religión determinada, aún cuando sus padres, abuelos, bisabuelos, etc., profesaren cualquier fe distinta. Para los musulmanes, quien abandone su credo para abrazar cualquier otra religión es algo inaceptable e indigno, tildándosele de apóstata o renegado. Esto se opone al derecho natural que tiene cada persona de creer en quien quiera, profesando la fe que más le inspire confianza y le dé sosiego y serenidad de espíritu. Si a esto se le agrega el hecho de que el objetivo central de los musulmanes radicales es que su religión -el Islam- sea un credo universal profesado por todos los países y habitantes del mundo, la cosa se torna aún mucho más inaceptable. La humanidad es heterogénea: Cada quien tiene su propio maestro espiritual, sus profetas y libros sagrados. Respetar eso es un punto de alta tolerancia. Contrario a la más elemental tolerancia es pretender islamizar a toda la humanidad, desdeñando o soslayando la fe de otros miles de millones de personas.
No pueden los musulmanes que son unos 1500 millones de creyentes, pretender que esa minoría sea la que detente la verdadera religión, siendo los demás infieles, renegados o apostatas. Eso es fundamentalismo del puro, el mismo que practicó la Iglesia católica a lo largo del Medioevo y parte de la modernidad. El extinto papa Juan Pablo II le pidió perdón al mundo entero por ese gravísimo “pecado” que cometió su Iglesia, a través de unos dirigentes fanáticos llenos de odio e intolerancia.
En sí, todas las religiones son santas y buenas; los que las han torcido a lo largo de los siglos han sido sus dirigentes, los sumos sacerdotes, muftís, imames y monjes, por su egoísmo y ansias desmedidas de poder y de mando. Otro gran motivo que provoca rechazo y gran temor de muchos países y poblaciones, es que los musulmanes no terminan por integrarse a las costumbres y tradiciones de los países occidentales que los acogen, bien como refugiados o bien como estudiantes y trabajadores. A los colegios y universidades mandan a sus mujeres cubiertas con velos; no comparten socialmente con gente de otra fe, forman comunidades cerradas muy estrictas; no permiten en buena medida que sus mujeres se integren a las comunidades educativas, culturales del país donde conviven, entre otras cosas. Continuará…