Trump
A escasos dos meses de las elecciones presidenciales en EEUU, la potencia numero uno económicas, tecnológica y militar del planeta, la atención y la preocupación del mundo están centrados en el país del norte. Disputan la Casa Blanca dos candidatos radicalmente opuestos, Donald Trump, sin experiencia alguna en lides de la política, multimillonario y empresario exitoso, por un lado, representando al Partido Republicano; y por el otro, Hillary Clinton, abogada brillante, exprimera dama en tiempos del Bill Clinton, veteranísima en lides de la política, de sobremanera, la internacional, con un amplio conocimiento de la problemática mundial por haber sido secretaria de Estado durante los primeros cuatro años del mandato de Barack Obama.
Estas elecciones tienen una particularidad sui génesis: Por los republicanos aspira al cargo un candidato ser un populista común y corriente, como los que tanto pululan en Latinoamérica; mientras que por el Partido Democrático, lo hace por primera vez en la historia del país del Norte una mujer.
Trump se ha convertido en un fenómeno mediático, porque su discurso suena agradable a los oídos del casi 40 % de los norteamericanos y residentes en esa nación, quienes no ven con buenos ojos la presencia de tantos latinos, musulmanes y negros. Trump es radical, agresivo, carente de modales diplomáticos y de sensatez política. Amenaza con expulsar masivamente a los indocumentados, y a cualquier extranjero con récord criminal, levantar un muro a lo largo de la frontera con México, entre otras cosas.
La señora Clinton asume una posición de centro derecha moderada, con cierta tendencia hacia lo social, algo parecido a la administración del actual presidente Barack Obama. Las encuestas señalan en la primera semana del mes de septiembre, -un empate virtual-, pero no lo suficiente como para asegurarle la llegada a la Casa Blanca, a ninguno de los aspirantes. Pensamos que falta de experiencia, de Trump, su manía de improvisar y cometer tantos errores por bocón, de actitudes ligeras frente a algo tan serio como lo es ser presidente de los Estados Unidos, irá a poner a la política norteamericana en graves apuros o a lo mejor, quien sabe, en enormes aprietos de orden internacional. ¿Será lo suficientemente comedido y ecuánime ante al reto permanente del irracional presidente de Corea del Norte que amenaza sistemáticamente a sus vecinos con armamento nuclear? ¿Cómo manejará el conflicto palestino-israelí, el de los talibanes en Afganistán o el desatado terrorismo internacional de Isis?
De ganar la señora Clinton se habrían cumplido dos paradigmas: Un presidente negro y una mujer en la Casa Blanca.