
Velas
Cada 21 de diciembre se celebra la llegada del Espíritu de la Navidad, según la tradición celta adoptada por los venezolanos. Velas con aroma a mandarina para la prosperidad, incienso de limón, esencia de sándalo para alejar las malas vibras y mandarinas para comer en familia son algunos de los elementos que buscan los marabinos para el ritual de la llegada de las energías positivas.
Mariam Amesty, comerciante procedente de Trujillo, vende artículos de segunda mano en el centro de Maracaibo solo en época navideña. Describió la fecha como un rocío pránico de bendiciones que caen sobre el planeta. Los creyentes emplean bastones para garantizar la fijación de las energías positivas en sus hogares. Los que quieren atraer amor queman incienso de rosas, los que buscan prosperidad artículos con olores cítricos, como mandarina y limón, pero resaltó que estas prácticas son solo rituales, ya que la base fundamental es Dios: “Sin él no hay oportunidad”.
John Arenas, mayor bombero de 56 años, relató que cada noche del 21 de diciembre prepara una cena, adorna la mesa con mandarinas e intercambia buenos deseos con los 20 integrantes de su familia. Además dedicaron el día precio para una limpieza general. Cambiaron de posición todos los muebles de la vivienda para fomentar la buena fortuna.
Ventas
Para los comerciantes este año la venta fue “dura” para unos y se mantuvo para otros. Luis García, comerciante, vende los artículos de sanación en el puesto que su familia maneja desde hace ocho años. Comentó que venden al menos cinco paquetes de varillas de mandarina al día a dos mil 500 bolívares. Las esencias de rosas, sándalo o limón para limpiar el piso entre mil y mil 500. Se abastecen de mercancía en el extranjero, por lo que algunos clientes se quejan de los precios, aunque no dejan de comprar. “Cada año son menos los que nos dedicamos a vender esta mercancía”.
Para Amesty la inversión no fue posible. Admitió no haber comprado velas o incienso porque la situación económica se torna “de mal en peor”. Aseguró que todos los que creen en Dios, como su familia, esperan que las condiciones de vida mejoren “independientemente de los problemas que estemos viviendo”.