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Vuelve la Navidad, con sus gaitas, villancicos y ese sabroso olor de la comida navideña y la dulcería criolla que ponen en peligro las dietas más estrictas, dado el irresistible sabor de esos, la mayoría de las veces elaborados por las manos inquietas de madres, abuelas, tías, otros miembros de la familia y amigos cercanos. En Nochebuena, la más hermosa del año, nos preparamos para conmemorar el nacimiento de un niño que trajo al mundo su mensaje de amor, convivencia, solidaridad y perdón. La cena de esa noche, más que un acto banal, simboliza, según la tradición europea, la abundancia que Cristo nos trae con su llegada.
Este año disfrutemos, en la medida de lo posible, de estas fiestas, no hay que gastar enormes sumas de dinero para celebrar el nacimiento de Jesús, porque su significado es abrir nuestros corazones “con un verdadero amor a Dios y a tu prójimo”; de allí que no se entienda, entre quienes dicen ser cristianos, el odio hacia el otro, convertido en enemigo, porque no comulga con sus ideas. Son los presos políticos, los que cargan esa cruz tan pesada del abuso de poder, rencores acumulados y la persecución judicial, violentándoles sus más elementales derechos humanos, en juicios politizados. Ellos sentirán la soledad en compañía.
Hagamos también un alto para hacer vívidos los recuerdos gratos de quienes llevados por las circunstancias están lejos de nosotros, en otros países. Algunos pudieron volver para estas fechas pero hay otros que no estarán en la mesa junto a sus familiares, ni asistirán a las misas de aguinaldo o la misa del Gallo, al filo de la medianoche del 24. En ambos casos, la alegría se convertirá en nostalgia y ríos salobres abrirán surcos en tersas mejillas o acentuarán los ya existentes. No obstante, la promesa de un próximo encuentro llena de esperanzas los corazones.
En esta época, como a lo largo del año, no olvidemos a los que poco o nada tienen, vagando en las noches y durmiendo entre cartones con el hambre royendo el estómago. Ellos nos necesitan, no importa su condición. Tal vez sea un alcohólico o drogadicto, una mujer de la noche o alguien que oculta su homosexualidad, disfrazado. No deberíamos juzgarlos pero sí tenderles la mano. Pueda ser que con cariño y un poco de atención logremos rescatarlos de ese mundo oscuro en el que viven. En ellos también está la Navidad. Amigos, familia, ¡Feliz Navidad!