Hace
Agobiados por la intensa humedad, sudorosos por el severo calor, obstinados por la elevada temperatura, molestos por tanto fuego imperante que nos minimiza y angustia anímicamente, culpamos impotentes al cambio traumático, antipático o mejor dicho climático. Necesitamos inmediatamente descansar debajo de una frondosa mata de mango, anhelamos un acogedor chinchorro guindado de un níspero florido, añoramos un espacio frío con aire acondicionado. El organismo solicita con urgencia una buena ducha con agüita rica, refrescante, abundante, cálida o helada, pero que sea agua. Hace más de dos meses que no llega este vital recurso, está desaparecido de la comunidad, ausente, errante, remoto y peregrino. Tal vez no regrese, quizás más nunca vuelva, convirtiéndose en un elemento en extinción, excéntrico y fugaz. Eso sólo lo sabe o no sabemos si lo sabe: Hidrolago.
Son más de ocho semanas sin agua en la zona norte de Maracaibo, ni una gota, absolutamente nada, específicamente en la parroquia Coquivacoa. En sectores populosos, llenos de gente como Monte Bello, Los Naranjos y Costa Rosmini, padecemos uno de los períodos más críticos por la ausencia de agua, no contamos con este elemento ni para bañarnos. En esta parte de la ciudad marabina, andamos graves, consternados e impávidos, tanto por el mal olor repartido al no poder bañarnos como por el impacto de tener que recurrir a los camiones cisternas, unidades comercializadoras de agua, inescrupulosas, arrogantes y desfasadas, negociando descaradamente con el estratégico líquido a precios desproporcionados, elevados e inaccesibles, por encima de tres mil bolívares y más, abusando de las condiciones económicas de una población desgarrada por la ineficiencia de los servicios básicos de agua, luz y aseo, esenciales y determinantes para la obtención de mayor calidad de vida.
Expertos en asuntos hidrometeorológicos sostienen que a pesar de presentarse épocas naturales de sequía, pronunciadas y agudas, los sistemas hidrológicos en cualquier parte del mundo, deben organizarse con la prevención requerida, para asegurar el abastecimiento de agua potable a la ciudadanía. Sin esperar, como argumenta Hidrolago a que la naturaleza decida, las nubes se carguen, la lluvia caiga, los ríos se abastezcan y surtan los embalses para bombear agua a la ciudad. Esta es una historia estructuralmente mal contada, incapaz de convencer a nadie, que sólo será creíble cuando la regadera tenga agua y podamos felizmente bañarnos y oler rico y sabroso.