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Este 16 de agosto se cumplen 200 años del nacimiento de San Juan Bosco o Don Bosco, motivo suficiente para que la Congregación Salesiana (SDB), la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), la Asociación de Salesianos Cooperadores (SSCC) y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (FMA), en conjunto con las escuelas de artesanos, el cine, los trabajadores de la imprenta, la ardorosa juventud esparcida por la geografía universal, y nosotros los prestidigitadores e ilusionistas, celebremos con entusiasmo su cumpleaños.
En mi condición de mago profesional, músico y docente, me permito festejar con gratitud y alegría este bicentenario. Con gratitud porque tengo evidencias de la presencia de Dios en mi vida a través de la Virgen María en su advocación de Auxiliadora. También porque con estas tres profesiones que Nuestro Señor me permitió ejercer, pude levantar con mucho amor mi familia. Con alegría porque después de haberme retirado del arte mágico en 2009, de la música en 1980, y de estudiar profundamente a Don Bosco, he podido comprobar que nuestras vidas poseen algunos dones y experiencias comunes, que me revelan la autenticidad de los pensamientos de este santo sacerdote.
La vida y obra de Don Bosco son ejemplos de fe. Desde niño enfrentó la adversidad con valentía y con el amor de su madre, quien no escatimó esfuerzos ni sus escasos recursos para hacerlo un hombre honesto y bueno. Él fue el terreno fértil donde se sembró la semilla que produjo jugosos frutos. Supo, en sus 72 años de vida, ganarse el aprecio y respeto de sus allegados. Su personalidad emprendedora quedó demostrada a sus 10 años, cuando siendo un campesino logró que más de 100 personas rezaran el rosario. Su confianza en Dios y en la Virgen María Auxiliadora fue ilimitada. Nunca temió adquirir grandes deudas y siempre logró milagrosamente pagarlas con éxito.
Sus pensamientos y acciones estuvieron orientados por lo que él soñaba. Fueron muchos los sueños de Don Bosco pero el primero fue clave para su futuro porque sentó las bases de su apostolado y de la gestión de toda la comunidad salesiana. Las palabras escuchadas en ese sueño: “no, pequeño, con la violencia no conseguirás nada. ¡Sólo con dulzura! ¡Con mucha dulzura!”, continúan vigentes 191 años después; todavía palpitan en la mente y corazón de la familia salesiana y de todos aquellos que creemos en las verdades religiosas reveladas a San Juan Bosco por la Divina Providencia.
Quiero finalizar estas líneas expresando el motivo por el cual saldré momentáneamente de mi retiro, para cumplir gratuitamente como ilusionista algunos compromisos en ciertas instituciones relacionadas con la caridad, la educación, la salud y la religión católica. En consecuencia, mi mayor motivación se sustenta en la presente reflexión: “Si he pasado mi vida celebrando, en calidad de mago profesional, el cumpleaños de niños, de adultos, de empresas, de colegios y de todo tipo de organización; ¿cómo no voy a celebrar el bicentenario del nacimiento de mi Patrono?, ¿cómo no rendirle honor a quien incansable y verdaderamente trabajó por los más pobres? Deseo llevar la alegría a todos los seres humanos, especialmente a los más necesitados. Deseo cumplir una de sus últimas peticiones: «haced pronto muchas obras buenas porque después puede faltaros tiempo para hacerlas», y deseo cumplirla según su creencia: «los jóvenes son los preferidos de Dios y de la Virgen María»”
Recomiendo a los prestidigitadores e ilusionistas, a los trabajadores del cine, a las escuelas de artesanos, a los trabajadores de la imprenta y a toda la juventud devota de San Juan Bosco, festejar con entusiasmo este cumpleaños y entregarle como obsequio los misterios gloriosos del Rosario a la Virgen María, auxilio de los cristianos. Recordemos que según Don Bosco «quien salva el alma, lo salva todo. Quien pierde su alma, lo pierde todo».