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Quince años después de ser aprobada en Lima la Carta Democrática Interamericana, considerada como el documento más importante sobre el tema en el mundo contemporáneo de las relaciones internacionales, la situación de Venezuela como país firmante de ella, es cada vez más grave. Es evidente, que paulatinamente nuestro país se aleja más del cumplimiento de los parámetros esenciales de un régimen democrático como el establecido en ese documento.
La democracia representativa es irrespetada como base del Estado de derecho. El desconocimiento por el régimen del Poder Legislativo no deja lugar a dudas. Así mismo, ha desaparecido por completo la participación permanente, ética libre y responsable de la ciudadanía en el marco de la ley, para ser sustituida por una pseudo participación que solo pueden hacer los mecanismos partidistas socialistas del inconstitucional poder popular. En Venezuela, el irrespeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales es alarmante.
El Sebin ha superado con creces a la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez. La separación e independencia de los poderes públicos es inexistente. La celebración de elecciones periódicas, libres y justas basadas en el sufragio universal está en retroceso. El CNE se ha olvidado de las elecciones estadales y no quiere oír mencionar al referendo revocatorio del mandato presidencial. No existe transparencia en las actividades gubernamentales. La probidad es un mito a todos los niveles. El respeto a los derechos sociales no existe ni en los más esenciales: educación, salud y trabajo. La libertad de expresión y de prensa se deteriora cada día, ante la presión del régimen a los medios y a los comunicadores. Ha desaparecido la subordinación de las instituciones del Estado a la autoridad civil.
En Venezuela estamos en presencia de un régimen militar que tiene generales hasta para ocuparse de las legumbres y las hortalizas. Se perdió totalmente el respeto al Estado de derecho. Tampoco existe ninguna relación entre la democracia y el desarrollo económico y social. Mientras bajan los niveles de desarrollo humano y crecen la pobreza y el analfabetismo, la democracia se deteriora. Por todo ello, 15 años después, cada vez tenemos menos democracia.
Somos simplemente un país con un régimen híbrido en camino hacia un autoritarismo cerrado, al margen de la Carta Democrática Interamericana de la OEA y de los principios democráticos de Mercosur. Felipe González, expresidente del Gobierno español, acaba de expresar con meridiana claridad que: “En Venezuela no hay una dictadura, hay una democracia traicionada, lo cual convierte al régimen en una tiranía arbitraria”. Sería bueno saber qué piensa de ello el mediador Rodríguez Zapatero.