Hoy el país pugna por mantenerse bajo un modelo de baja productividad sobre el que se levantó durante varias décadas o terminar de entrar en un esquema más abierto al mundo, y por ello con mayores exigencias. La reinvención a la que debe someterse el país es profunda
De pronto cambian las circunstancias y se abre un nuevo escenario político, ¿está preparado el país para lanzarse a una nueva etapa de desarrollo? Los niños y jóvenes que cada vez es más común ver a las 11.00 de la mañana caminando ya fuera de clases, ¿se están preparando para ese nuevo país? ¿Qué hay de esos otros tantos niños que hoy viven su día a día hurgando entre la basura? ¿Los empresarios que se acostumbraron a crecer amparados en subsidios y beneficios del Gobierno están listos para construir un nuevo modelo de desarrollo?
La transformación que deberá experimentar Venezuela es casi completa, el nivel de deterioro en varios ámbitos como el institucional, la infraestructura, incluso a nivel de tejido social, es profundo y por ello muchos sueñan con una especie de Ave Fénix renaciendo de las cenizas.
Está claro que el modelo rentista se agotó, y con el fin de este un sistema económico y social basado en el subsidio ya no es viable. Hoy el país pugna por mantenerse bajo un modelo de baja productividad sobre el que se levantó durante varias décadas o terminar de entrar en un esquema más abierto al mundo, y por ello con mayores exigencias.
La reinvención a la que debe someterse el país es profunda, similar a la que le ha tocado a muchos venezolanos en los últimos tiempos. No se trata de hacer las mismas cosas con nombres distintos, es en lo económico construir un modelo basado en la productividad y la generación de valor, en lo social un modelo eficiente que conlleve responsabilidades compartidas entre el Estado y los ciudadanos, en lo civil que promueva la participación más allá de lo electoral, y en términos generales un modelo en el que la sociedad se encuentre en equilibrio con el Estado y no subordinada a este.
Lo anterior no es fácil, pues gran parte de los venezolanos continúan amarrados a estructuras pre-modernas, las cuales incluso se han profundizado en los últimos tiempos. Esto trae consigo una tarea ineludible que requerirá gran esfuerzo intelectual y de políticas públicas, ¿cómo no dejar atrás a nadie? Esta interrogante es fundamental, pues de lo contrario podrá generarse equilibrio macroeconómico, algunos focos de desarrollo y enclaves productivos, pero con una población mayoritariamente marginada de cualquier progreso real (esto ocurre en varios países de América Latina).
Aunque no parezca urgente frente a las necesidades agobiantes del día a día, ocuparse hoy del futuro es de hecho lo único que le dará sentido a las luchas presentes.