Sin acuerdo político no hay esperanza

Durante 40 años, la alianza de Punto Fijo mantuvo vigencia gracias al respeto a la consulta soberana en los procesos electorales

Mañana se cumplen 58 años de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hito histórico que impulsaría la gran alianza nacional, suscrita el 31 de octubre de 1958, a través del Pacto de Punto Fijo. 

Fue el acuerdo fundacional de la democracia en Venezuela y hasta nuestros días no ha existido otro más relevante. Líderes fundamentales como Rómulo Betancourt y Rafael Caldera aseguraban que la clave estuvo en el diálogo serio y responsable de la clase dirigente y los actores políticos del momento.  

Largas conversaciones y empecinados debates fueron el anticipo hasta lograr un sólido compromiso de las organizaciones participantes. Un ejercicio de tolerancia y respeto que debe servir de ejemplo a la Venezuela de hoy,  fracturada e irreconciliable.

Durante 40 años, la alianza de Punto Fijo mantuvo vigencia gracias al respeto a la consulta soberana en los procesos electorales y a la separación saludable de los poderes públicos. Logró sumar a las organizaciones y grupos políticos, gremios, sectores culturales y élites económicas en un proyecto de país que tuvo como directriz  la Constitución de 1961.

Del Pacto de Punto Fijo salieron fortalecidos los partidos políticos, así como la defensa de la constitucionalidad. Sin embargo, la creciente ineficiencia de los gobiernos, la carga burocrática, la corrupción administrativa, la explosión de la miseria y el descontento popular resquebrajaron las bases de la alianza fundacional democrática con el ascenso de un nuevo orden político que se apuntaló en el proceso constituyente de 1999.

Luego de 17 años, el país está en emergencia con una economía devastada y con el más alto nivel de inflación en el mundo; con escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos; con miseria y destrucción del aparato productivo. Lo más grave es la polarización del escenario político con pocas posibilidades de concretar alianzas y acercamientos. 

Es este clima antagónico, propiciado desde las más altas esferas del poder, será difícil emular a la generación política de 1958 que sabiamente antepuso intereses por la paz y el bienestar del país. Aquellos líderes impulsaron la institucionalidad, el estado de derecho y el orden constitucional.

El presente y futuro de Venezuela hoy depende de la posibilidad remota de concretar el  acuerdo nacional que sume gobernabilidad y destrabe el escenario político para impulsar la hoja de ruta que permita sanear la economía y recuperar la institucionalidad democrática. Hasta ahora, el camino sigue cerrado.

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