Sobornario 

 

Todos se burlan de todos, no hay respeto ni consideración y lo peor del caso es que lo hacen con una cara de tabla, con una malicia no disimulada, con jactancia y prepotencia como si se tratase de algo natural y normal, porque  todos deben soportarlo, sin reclamo y con paciencia  

El término sobornario de poco uso en el vocabulario, pero de caudalosa ejecución en la práctica, atiende a la circunstancia propia del verbo sobornar, pues se contrae a ofrecer dinero u objetos de valor a una persona para conseguir un favor o un beneficio, especialmente si es injusto o ilegal, o para que no cumpla con una determinada obligación. Se denomina pues sobornario a la indecente practica de ofrecer o recibir dinero, objetos o favores a cambio de actos injustos o ilegales. 

Manifestó un lector que hizo la respectiva fila para depositar y pudo constatar como en la entidad bancaria privada, los cajeros o empleados con rostros que reflejaban habilidad y destreza para burlar a todos cuantos estaban en la angustiosa espera para que los atendieran; sacaban provecho pecuniario ya sin disimulo, casi no les importa que los vean y con complicidad con la gerencia se saltan la barda y cometen injusticia en contra de los que no les “mojan las manos”. 

Déspotas en el trato, como quien desprecia su trabajo, pero que solo quiere los beneficios que le reporta; no atendían con celeridad a las personas que estaban desde tempranas horas, pero de los recién llegados sobornarios recibían dinero del uno y del otro y de aquel y de fulano y de zutano y perencejo, que solo les tocaban el vidrio y con una sonrisa cómplice les recibían sus depósitos o les entregaban los retiros, en los que ya estaban incluidas o descontadas las ganancias injustas; mientras el resto de los clientes y usuarios sufrían la prolongación de la pérdida del tiempo y del esfuerzo por tener que tragarse la práctica del soborno en su perjuicio por ser gente decente. 

El flagelo de la corrupción ha arropado todos los estratos y el sobreprecio, los guisos, los porcentajes, las ganancias súbitas y la “maldita viveza criolla” ha destruido los valores del venezolano. Todos se burlan de todos, no hay respeto ni consideración y lo peor del caso es que lo hacen con una cara de tabla, con una malicia no disimulada, con jactancia y prepotencia como si se tratase de algo natural y normal, porque  todos deben soportarlo, sin reclamo y con paciencia.  

Cuan lastimoso es percatarse que vivimos entre áspides al asecho, que los valores no importan nada y no cuentan que no sean los valores monetarios por los que las virtudes, la vida humana, la corrección, el honor y la honradez, son un asco para quienes tienen un doble discurso, como caracteriza una personalidad con doblez. 

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