Transición

Lo que está en juego es un pueblo sufriendo, angustiado, que necesita de quienes aspiramos a conducirlo, los mejores sacrificios y demostraciones de desprendimiento ante la cercanía del precipicio nacional

Para abordar con certeza la actual situación venezolana, sin correr el riesgo de asumir logros insignificantes como grandes conquistas, es necesario tener una apreciación real de las urgencias impuestas por la profundidad de la crisis general que afecta a la sociedad nacional, y que solo es posible enfrentarla con posibilidades de éxito si las soluciones están precedidas por un cambio político lo más inmediato que sea posible, que dé paso a un nuevo modelo político, económico y social, con capacidad de superar el tamaño de los retos planteados.

El enfoque con el cual se aborde la necesaria y urgente transición, debe tomar muy en cuenta la secuencia de las etapas a cumplir que a nuestro juicio, deben estar ubicadas temporalmente en el siguiente orden: un plan de emergencia para atender la crisis económica y social; una etapa de estabilización política y económica; y la etapa final de los cambios estructurales, tanto en las instituciones públicas como en la aplicación de modernas políticas económicas y sociales.

Para acelerar ese cambio, en primer lugar, el pueblo venezolano acompañado por la Unidad Democrática debe estar presente en la lucha social por los derechos de todos; los diputados de la Asamblea Nacional, que recibimos un mandato de cambio por parte de nuestros electores, debemos constituir la plataforma de expresión de los problemas de la gente y utilizar bien nuestra representación para impulsar la transición democrática; el escenario internacional para concientizar al mundo sobre las violaciones que ocurren en el país en cuanto a las reglas democráticas y a los derechos humanos; y, la mesa de diálogo para intentar seriamente el cambio democrático por la vía pacífica.

Me atrevo a señalar tres objetivos centrales inmediatos para el diálogo y para la lucha: salida electoral; solución humanitaria en medicinas y alimentos para el pueblo; y una Navidad sin presos políticos. Lo que está en juego es un pueblo sufriendo, angustiado, que necesita de quienes aspiramos a conducirlo, los mejores sacrificios y demostraciones de desprendimiento ante la cercanía del precipicio nacional, que juntos y responsablemente podemos evitar.

Todos debemos estar a la altura de nuestra responsabilidad histórica en estos momentos trágicos de la patria. Mientras tanto, como escribió el maestro Gallegos al final de su Doña Bárbara: “una raza buena, ama, sufre y espera”.

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